—Mamá, ¿Sabes que hoy es festivo no? Tendré que comprarte eso en el Paqui. — Dona explica a través del manos libres antes de verse obligada a parar el coche por el semáforo que hay en la avenida principal.
—Solo cómprame el pan y la bebida entonces.
— Está bien. Ahora nos vemos mamá.
—Hasta luego cielo. — La despedida de Susana siempre es la misma, pero Dona nunca deja de sonreír después de escucharla. Hay cosas tan inocentes que nunca se van del todo. Resquicios de la infancia, supone Dona volviendo a poner en marcha el coche y aumentando el volumen de la radio. La risa nunca desdibujándosela del rostro.
"Le forcé a tener tres orgasmos." Piensa ensimismada con este hecho. "Y él me los dio todos."
A primera vista puede parecer algo banal, o morbo apenas. Pero nada más lejos de la verdad. No fue solo sexo para Dona. Demonios, ella ni siquiera ha sido tocada. Es la sensación de saber quién manda y darse cuenta de que es ella. Por ejemplo, la forma como Albert la llamó "ama" luego de un rato y casi imploró que por favor no siguiera obligándolo a seguir auto -complaciéndose. Dona no lo libró esa vez, y Albert siguió aún estando exhausto después del segundo orgasmo. Él la dio permiso que lo poseyera, y no existe algo tan único y extraño que eso para Dona.
O como Albert se dejó llevar incluso cuando Dona le pisó la mano izquierda con fuerza. Ella aún no entiende por qué lo hizo, solo...No la gustó la forma que Albert intentaba actuar como que todo aquello no lo afectaba de la misma forma que hacía con ella.
Aunque, el karma es una chica muy mala, y con la misma facilidad que Albert se hizo ver tan superior a Dona, con la misma se le deshizo la fachada de todopoderoso que lleva plasmado en todo el aura.
Cada persona es un mundo después de todo, pero quien iba a decir que Dona descubriría uno tan interesante como es el mundo de él. Y el de ella también.
Una lástima que ella no tenga amigos para chismorrear sobre las ocurrencias tan raras que la acaban de pasar hoy. Son en estos momentos, que la soledad escuece por dentro a Dona. Cuando ella tiene tantas cosas por decir, pero a nadie con quien compartírselos.
Entonces en la radio se paran las canciones y empiezan con las noticias. Algo sobre el volcán en Canarias, dicen. Pero Dona no presta demasiada atención a ello. Ella también para de vagar por las recónditas lindes de su cabeza, evitando escarbar más de lo necesario, y centrándose en cambio en el ahora.
Una vez ella llegue a casa, buscará información sobre lo que acaba de hacerle a Albert, y demonios, leerá fanfics BDSM en lo que la queda del día.
♣♣♣
Quedarse dormido, desnudo, sudado y con una ingente cantidad de líquido pringoso en todo el abdomen no es algo que Albert tenga planeado de antemano para pasar la tarde. Pero mierdas pasan, y aquí estamos. En el paseo de la vergüenza.
—Joder.— Él suspira en un fallido intento de sentarse en el sofá, sintiendo pinchazos en todas partes. La mano izquierda le duele, pero nada en comparación al brazo que le pica como el demonio. Albert observa entonces la obra de arte que Dona dejó allí.
El puto de un arañazo.
La larga línea roja enmarcada en la piel blanquecina de Albert, que parece proveniente de un felino rabioso y no de las uñas cortadas de una mujer.—Maldita sea.— Se rasca la cabeza y siente un pinchazo allí también. Dona le ha tirado del pelo, él se acuerda.— Putamente dolorido, eso es lo que estoy ahora.—Vocifera con creciente enfado echando la cabeza hacia atrás y estirando las piernas. Cuando lo hace, su miembro roza la tela manchada del sofá, y un temblor le recoge el cuerpo entero.—¡Ugh!— Con rapidez él alcanza el miembro y lo acaricia en un intento de insensibilizarlo. También le duele un poco.— Está molido.— Dice en voz alta—Tan molido como yo.
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Fetiche
RomanceAlbert Capdevila tiene todo: Belleza, carisma, el cuerpo ideal y un ingenio de muerte. Además, es abiertamente gay y no lo esconde de nadie. ¡Ni de su abuela! Sin embargo, el amor no parece querer tocar la puerta de este perfecto espécimen. Al menos...