- Capítulo 62 -

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Dona no suele enfadarse a menudo. Mucho menos esbozar rabia a simple vista. No está en ella, como si hubiese nacido sin esta función de fábrica. Pero, eso cambia en el instante en que conoce a Albert. En un clic, la rabia está ahí, burbujeante. La envidia también.

Por eso que ahora Dona, viéndolo desnudo tal cual vino al mundo y con la mirada en el suelo, se la forma una sonrisa maliciosa en el rostro.

El hematoma que ella descubrió antes todavía sigue allí, en el cuello de Albert, tan llamativo como antes. Pero no importa.

"Puedo hacer otro mayor que este." La idea repentina no la parece tan mala. Casi es bienvenida.

Entonces la mirada de Dona baja hasta los hombros y pecho de Albert. Blanquecinos y rígidos. En forma.

Una parte de Dona siempre tendrá envidia de él.

Y rabia también.

"Quiero tocarlo."

-Acércate. -es lo que dice a cambio. Y observa como Albert da un paso tras otro, con las dos manos agarrando el dildo que ella pidió traer. Escondiendo así también sus partes íntimas del escrutinio de Dona. -¿De qué te avergüenzas ahora chico gay? -pregunta -No hay nada que yo no haya visto antes, cielo.

-No estoy avergonzado, ama.

-Entonces aparta el pene de juguete y muéstrame el tuyo. -la picardía en la voz de ella hace que Albert se exalte por instantes. Dona se da cuenta de ello por cómo se le flexiona la musculatura de los brazos y el pecho de Albert sube y baja con lentitud.

Pero él aparta las manos al final, por supuesto que lo hace. Albert ha sido quien ha querido jugar después de todo. Sería cobarde de su parte darse por vencido ahora.

Lo único que le queda por quitarse, es el ego de no echarse atrás en el último instante. Y Dona sabe que Albert se agarrará a ello hasta con los dientes si necesario.

Entonces, ella baja la mirada hacia otra zona del cuerpo de él. Observa como los dedos de Albert se desenlazan entre sí. Dedos largos y finos. Demasiados desgarbados como para llegar a ser atractivos, pero, no menos interesantes. Los nudillos de él se encuentran de un tono blanquecino, como quien aprieta con fuerza un objeto por demasiado tiempo. Pareciendo como si le transparentara los huesos que tiene debajo de la piel.

"Bonito." Pasa por la mente de Dona antes de ella centrarse en lo que él tiene entre las piernas.

No es la primera vez que Dona ve el miembro de Albert. Y sin embargo, es ahora cuando ella se detiene realmente a examinarlo con detalle. En parte, solo para atormentarlo más. Ya que independiente de todo, Dona aún sigue mosqueada por el hematoma que él lleva en el cuello. La quema por dentro con apenas echarle ojeadas.

Por eso ella se centra mejor en el pene de él. Y tal como Dona recuerda, a diferencia del resto del cuerpo de Albert, el miembro no es tan blanquecino. Tampoco es muy grande, pero a contrapartida, es ancho. Demasiado para llegar a ser cómodo siquiera. Dona recuerda lo primero que pensó cuando lo vio al principio. "Pobre del diablo que lo haya tenido dentro"

Ella aún sigue creyendo exactamente lo mismo. Incluso, le sale la morbosa curiosidad de preguntar, si Albert quizás, lo ha metido dentro del hombre de ayer.

"¿Realmente quiero saberlo?" La duda la llega con la misma rapidez.

No. Ella no quiere hacerlo. Porque Dona tampoco quiere oír lo mucho que Albert ha disfrutado, y apenas lo hará con otro hombre. Siempre. Sin lugar a dudas. Sin equivocación.

La mirada de Dona sigue entonces por los lados, hasta toparse con el juguete sexual.

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