- Capítulo 32 -

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Cuando Dona vuelve a mirar Albert a los ojos, ella se da cuenta de que él la está observando detenidamente. Con la mirada de él bajando de la nariz hasta la boca de Dona. Entonces descendiendo más, perdiendo unos preciosos instantes en el cuello rechoncho de ella, y finalmente quedándose estancado en la clavícula de Dona. Bueno, eso no es del todo cierto, ya que a Dona no se la marca la clavícula porque para empezar ella no es delgada. Pero Dona prefiere creer eso al aceptar por Dios y por la virgen que Albert la está mirando los pechos.

De forma involuntaria ella toca el centro de la mano de Albert, produciéndole un pinchazo, lo que le hace retroceder unos cuantos milímetros hacia atrás. Duele, es evidente, y por poco Dona manda a norris el personaje de dominante y se arrodilla en el suelo frente a Albert, implorando perdón por el dolor causado. Pero ella es fuerte y se detiene a tiempo. La Dona buena en estos momentos no existe.

— No vuelvas a mirarme sin que yo te permita hacerlo chico gay.— Ella lo amenaza con un apodo estúpido, pero la voz tan cortante como el cristal.— Yo no puedo insertarte nada, pero haré que tu boca coma por el tiempo que me dé la gana lo que tengo yo entre las piernas, — dice mordaz— y te puedo asegurar que allí no hay un pene.— Suelta la mano de él, y descansa las de ella en la parte trasera del cuello de Albert. Se siente un débil temblor allí y Dona percibe como él traga saliva antes de agachar la cabeza al suelo. Ella no sabe muy bien como tomar la reacción de él, por eso simplemente la pasa por alto.

Él no respondió a la pregunta que hizo Dona antes, pero de todas formas a ella le da igual. No es como si Dona fuese buena hablando sucio de todas formas. Un problema menos con el que ella preocuparse.

—Quítate la ropa. Toda esta vez y no solo el pantalón.— Le coge del mentón alzándole la cabeza una vez más. Aunque, la mirada de Albert sigue en otra parte.

"Él aprende rápido después de todo." Dona casi carcajea por el terror que le está causando a Albert al hacerle pensar siquiera, que si él vuelve a mirarla a los ojos, tendrá que complacerle a ella como castigo. No.

Dona no tiene las agallas de hacer algo del estilo, pero, es divertido que él crea lo contrario.

♣♣♣

La orden es absoluta y Albert la toma como tal. A lo que él se ve obligado a quedarse de rodillas para quitar la camiseta y volver a ponerse a cuatro patas para tirar de los shorts de una pierna y luego la otra. Cuando la tela desaparece de por medio y Albert se encuentra desnudo, a cuatro patas y con su miembro a medio colgar, la vergüenza le puebla el rostro desde las mejillas hasta las orejas.

—Levántate y acuéstate en el sofá. Boca arriba.—Lo instruye y Albert la hace caso. Pero una vez se levanta, o intenta hacerlo al menos, le falla una de las rodillas por él haber estado demasiado rato en una posición incómoda. Albert casi tropieza de no ser por Dona, que rápidamente le coge de la cintura en un abrazo un tanto extraño. Él sabe que pesa, pero aun así Dona no se detuvo siquiera a parar a pensar en este hecho. Y ella está cerca, o más bien pegada a él mientras mantiene el agarre en la cintura de Albert.

"Manos ásperas." Él piensa por unos instantes recordando que aquellas mismas manos le han masturbado sin piedad hace un mes y él casi se viene de forma abrupta. Y como si eso no es suficiente, el pene de Albert tiembla con vigor, y él tiene que contener un gemido que a punto esta de salirle por la boca.

—E-estoy bien.— Él dice desenredándose de ella y encaminándose por sus propios pies al sofá. El camino es corto, cinco pasos como mucho y Albert ya está allí.

—Bien, porque yo no recuerdo haberte ordenado caerte todavía.— Dona chapurrea a modo de excusa, pero Albert está de espaldas a ella y no ve cómo reacciona. Él ni siquiera es capaz de detectar ya si ella en verdad está siendo petulante o simplemente una cretina.

Una vez acostado boca arriba en el sofá lo primero que Albert ve es el techo blanco del piso, como también la luz del día reflejada allí. Por instinto él tapa sus partes con las dos manos, flexionando los músculos del brazo de paso. Eso no pasa desapercibido por Dona que no tarda en apartarle las manos de Albert de un manotazo.

—¡Ouch!— Él se queja sin poder evitarlo.

—¿Te hice mucho daño? Lo siento.— Dona se excusa, pero suena falso incluso a oídos de ella misma.— Puedes mirarme ahora si quieres, no te castigaré por ello.— Añade acercándose al cuerpo de Albert, y sin pensar demasiado, acariciarle el abdomen con curiosidad.—Bonita tableta tienes aquí.— Ella acaricia la musculatura que se está formando en el estómago de él, de la cual Albert se siente profundamente orgulloso. Las pesas en el gimnasio empiezan a dar frutos. Pero eso no evita que él se ponga rígido al sentir como Dona lo toquetea con la punta de los dedos. Y más insoportable se vuelve todo cuando ella sigue bajando la mano, y para a centímetros de tocarle la punta del miembro de él. Albert no puede respirar por un momento. El oxígeno se le estanca en los pulmones y se mantiene ahí.— Tu amiguito está contento hoy.— Ella se lo hace saber con practicidad, como una mujer acostumbrada con ver erecciones del estilo.— ¿Quieres que yo lo acaricie por ti? Se está hinchando.— Pregunta bondadosa, sin mover los dedos del lugar.—¿No me vas a responder Albert? ¿Quieres recibir el castigo que te dije antes entonces?— Sube la mano hasta arriba, terminando por acariciarle la mejilla a él y acercar el rostro al de Albert. La mirada de Dona es penetrante y voraz. Y antes que Albert se da cuenta de ello, ya está negando con la cabeza. No, él no quiere el castigo de comerla el coño. Maldita sea no.

Pero si ella le obliga Albert ¿Lo haría? Joder, él no quiere pensar sobre eso ahora.

—¿No qué, chico gay?— Ella pregunta.

"Joder, no me llames así." Albert quiere refutar, pero calla. Ahora no es momento de replicar y él lo sabe.

—¿No al castigo, o a tocar tu amiguito ahí abajo?— Ella vuelve a preguntar sin dejar de acariciarle la mejilla con dulzura.— Sigo esperando una respuesta chico gay.— Acerca el rostro más a Albert, tocando ambos narices como la otra vez. Él no puede evitar ponerse nervioso con la cercanía. Albert tiene ímpetu de gritar Fetiche, pero se muerde los labios y parpadea antes de hablar con una voz desconocida para él.

Los dos.

¿Los dos qué?— Ella incita a que él lo diga en voz alta.

No a que me toques ahí abajo, y no al castigo.—Habla mirándola a los ojos, con algo de compostura, o la poca que le queda al menos.

—Buen chico.— Dona le sonríe de forma genuina, dejando a Albert confuso. Él se ha negado a responder y ella sonríe aun así.

"Oh joder. Ella sabe de antemano que está sería mi respuesta." Se da cuenta de ello con espanto. Albert está comiendo en la mano de Dona y eso le parece algo de otro mundo.

Pero no deja de ser excitante.

FeticheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora