- Capítulo 67-

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Tenerlo a su merced es eufórico para Dona. Y más excitante aún es besarlo. Ella quería hacerlo a modo de castigo, pero Albert parece aceptarlo todo de buen grado.

"Maldito pervertido." Dona piensa mientras arrastra la lengua una segunda vez por el cielo de la boca de él. Albert gime. La lengua de él también encuentra el camino a la boca de ella. Pero Dona se niega en soltar un quejido siquiera.

Más.

Más.

MÁS.

La mente de Dona grita y ella actúa. Si al final la pervertida será ella, por mucho que la cueste aceptarlo.

—Ahh... —Un gemido incriminatorio sale de la boca de ella. Dona no puede evitarlo, pero si enmascararlo con caricias. Ella permite entonces que la mano tenga vida propia. Baja de la barbilla de Albert a su cuello. Y toca de paso el pelo de él. Es tan sedoso que ella tiene ganas de tirar de ello.

"¿Por qué no?" La viene de golpe a la cabeza, y es cierto. Ahora Dona no tiene por qué contener la rabia y el deseo que lleva dentro.

Tirarle del pelo hacia atrás mientras ella no deja de comerlo a besos es una sensación única. Sobre todo, cuando Albert abre los ojos de par en par, y Dona observa con riqueza de detalles el azul que él hay dentro.

Entonces Albert gruñe. Y la boca de él se vuelve frenética, pero Dona baja la mano y le sostiene del cuello para mantenerlo quieto. Despacio. Ella es quien tiene el control ahora.

Él vuelve a gruñir, sacando una sonrisa de Dona mientras ella le sigue besando despacio. Eso también la está afectando, pero puede aguantarse más tiempo que él. A lo que ella desciende la mano por la espina dorsal de Albert. El temblor que sigue llega hasta las yemas de los dedos de Dona. Él tiene la piel cálida. Ardiente. Parece como si Albert tuviese fiebre.

Puede que Dona también. Después de todo, un calor molesto ha dado por infestarla el cuerpo entero. ¿Quizá la fiebre es contagiosa?

¡Al diablo todo! Dona no seguirá engañándose a sí misma ahora. Ella lo desea. Más claro, agua.

Por eso, cuando ella alcanza la mano de Albert, que se aferra al juguete detrás de él como si le fuera la vida en ello, esto apenas hace aumenta el calor dentro de Dona.

Muévelo.

Hazlo.

No te detengas.

Las ganas son más fuertes que la razón, y Dona induce a la mano de Albert para que siga. La primera vez que ella lo impulsa, los nudillos de Albert se vuelven rígidos, y ella casi cree por un momento que Albert se quedará quieto como una estatua. Pero el juguete gana movimiento. Hacia adentro. Despacio.

Endiabladamente sexy.

Otro gruñido se escapa de la boca de Albert cuando el juguete llega al final de él. Dona entonces tira de su mano hacia atrás. Ella aún siente lo rígida que él tiene la mano cerrada en puño, estando bajo la de ella. Dedos huesudos, y, sin embargo, de agarre fuerte. Cuando Dona empuja la mano de Albert hacía dentro una segunda vez, él ya es incapaz de seguir besándola. Y es adorable notar como él se aleja mirando al suelo, con la boca abierta, produciendo una extraña variedad de gemidos. A Dona le gusta todos ellos.

Puede que hasta demasiado.

A lo que ella mueve la mano de él más rápido. Entrar y salir ya no tan despacio que antes.

Albert arfa y pierde el agarre en el pene de silicona por momentos. Incluso, se desequilibra debido a la incómoda posición en la que él está. Por suerte, Dona sigue delante de él. Albert termina con la cabeza apoyada en el hombro izquierdo de Dona de manera involuntaria. El sudor que empieza a brotar de los poros de la piel de él moja a Dona, pero eso a ella no la preocupa.

"Dios, hasta su sudor huele bien." No que ella se haya parado a olisquearlo ni mucho menos.

—P-perdóname am...

—Shh... —Ella lo interrumpe de inmediato, mientras de paso le coge de la cintura con la mano libre para acomodarlo en una posición más estable. —Apóyate en mí —le dice con una sonrisa —. No te castigaré por ello, chico gay.

Tras la afirmativa, Dona no tarda demasiado en sentir el peso del cuerpo de Albert sobre ella. Es evidente que él aún sigue apoyándose con la mano que le queda libre en el suelo, pero la cabeza de él, descansa sobre el hueco en el cuello de ella.

El aliento febril en contra de la piel de Dona la producen sensaciones extrañas.

Una parte de ella desea alejarlo de golpe. Demasiada cercanía para con ella. El peso de tener a alguien tan cerca la trae malos recuerdos.

"Yo quiero esto. Yo estoy en el control." Ella vuelve a mover la mano de Albert que agarra el juguete con más fuerza y rapidez. Albert gruñe, pero estando tan cerca, y con la boca casi besando la piel de ella, es distinto. "Completamente distinto."

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