2 de Diciembre de 1712

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RYAN

No sabíamos cuantos días llevábamos encerrados, pero todos nos levantamos de nuevo al oír a un inglés.

—Aquí está la señorita Nyx, y sus secuestradores.

Miré a Rhys que negó y cogió la mano de Nyx.

—Los llevaremos a nuestro conde, él ya tiene un castigo pensado hacia estos delincuentes.

Entre varios guardias nos cogieron y aunque intentamos resistirnos, en poco tiempo nos ataron a los postes del barco.

Nyx ni si quiera estuvo con nosotros los dos primeros días, y el tercero, por la noche mientras veíamos las estrellas porque todos se habían ido a dormir, mientras nosotros teníamos que aguantar la fría noche de Noviembre.

Edmond y Aaron no se habían librado, estaban al otro lado del poster, y aunque no podíamos verlos ni hablar con ello.

Estaba a punto de cerrar los ojos cuando vi una luz acercarse desde el fondo, mientras corría.

—Rhys, Ryan —oí su susurro e intente visualizarla por la pequeña luz.

Noté sus manos frías en mi mejilla y luego me quitó la tela que tenía en mi boca.

Sus manos peinaron mi pelo hacia arriba.

—Ryan todo está bien, hablaré con Robert, él lo entenderá.

—No lo hará Nyx, pero no importa.

—Claro que importa, Rhys tú y yo vamos juntos, desde que decidimos ser una tripulación.

Me volvió a besar y luego pidió perdón antes de volverme a poner la tela.

Vi cómo se acercaba a mi hermano, así que me permití relajarme.

Los días pasaron. Hasta que llegamos al condado. Miré a mi hermano, y por primera vez desde que tengo memoria, le vi con miedo, esta aterrorizado, y eso solo hizo que yo también lo estuviese.

Suspiré antes de dejarme llevar de nuevo a la oscuridad, a las mazmorras y no volver a ver a Nyx.

NYX

Miré a Robert, que llevaba su pelo castaño bien peinado, y lavado, su ropa perfecta, y no pude evitar sentir rechazo.

Me gustaban los botones desatados de Rhys, y el pelo hacia arriba de Ryan, la forma en la que ellos me miraban y no como lo estaba haciendo Robert.

—Dúchate y hablamos.

Pasó por mi lado, sin una caricia, sin un guiño, sin una sonrisa que insinuaba a más.

Suspiré y me fui hacia la alcoba, donde dos mujeres me ayudaron a ducharme y luego me dieron un vestido de lo más grande e incómodo.

Suspiré y caminé por todo el palacio hasta llegar al comedor, donde vi a mi madre y a mi prometido.

—Hija, menos mal que te han encontrado no podría imaginar si tienes que quedarse con esos delincuentes, pero no te preocupes Robert los va a matar en la hoguera.

En seguida me paralicé.

—No puedes matarlos.

Mi madre jadeo sin entender de mi negación, mientras Robert rió.

—¿Qué estás diciendo Nyx? ¿acaso estas oyéndote?

—Sí madre, y no me voy a retractar.

—¿Me puede dejar unos minutos con mi prometida?

Mi madre asintió y cerró las puertas del salón. Robert me miró y empezó a reír.

—¿Te has acostado con ellos?

Volvió a reír y yo negué.

—Pero no eran tus secuestradores, sabes, iras a la hoguera con ellos, morirás, te has enamorado de unos desesperados y mereces el mismo final que ellos.

Le miré con los ojos abiertos.

—Incluso, voy a dejarte en la misma celda que ellos, eres una zorra, que, seguro que en cuanto los veas, te vas a acostar con ellos.

—Robert, que estás diciendo.

—La verdad. Te oí discutir con tus padres y luego irte hasta el barco. Si hubieses querido volver hubieras echo todo lo posible, pero seguro que te creías importante en ese barco. ¿no es así?

—Vete al diablo, Robert, te crees que yo me quería casar contigo, y que te importara a ti lo que hago yo con Ryan o Rhys, y si me he enamorado de ellos, será asunto mío, así que jódete.

Oí su pasos cuando se acercó y no pude hacer nada cuando me dio la bofetada. Mordí mis labios para evitar llorar, y noté como un guardia me arrastraba por todo el palacio hasta las escaleras.

RHYS

Llevábamos unas horas aquí, pero no podía dejar de pensar en Nyx, ella probablemente se enfrentará a su madre y al Lord Robert, y en cuanto lo haga, la mataran.

Nos miramos al oír unos gritos, y de inmediatamente supimos que era Nyx. Abrió la celda en la que estábamos mi hermano y yo.

La tiraron cerca, y ella calló al suelo, vi a mi hermano ayudándola, y mientras yo intente pegar al guardia, pero ni siquiera me dio tiempo a alcanzarle.

Cuando me giré me acuclillé a la altura Nyx y la besé mientras agarraba su cuello.

La oí gemir, y luego se separó.

—¿Estás bien?

Ella asintió y se levantó. Se miró y rompió la tela del vestido.

—No entiendo como he podido vivir aquí tanto tiempo con estos vestidos —bromeó intentando calmar el ambiente.

Se sentó de nuevo y apoyó su espalda en la pared, desde la pequeña ventana entraban los últimos rayos de sol, y pude ver su mejilla roja.

—¿Qué te ha pasado?

—Nada, un malentendido —le quitó importancia.

—Una mierda —grité. Mi hermano puso distancia entre ambos y luego se sentó enfrente de ella.

Empezaron a susurrar, y no me dejaron oír nada de lo que decían. No pasó mucho, creo, cuando mi hermano se sentó a mi lado.

Suspiró, y dijo una frase que me aterrorizó.

—Nos van a matar en la hoguera.

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Gracias por leerme.

Besos. Los quiero.

Aldara. G

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