Todo era risas y diversión en el sofá, ambas estarían con pijamas a juego, regalo de aniversario de ella.
Las palomitas volaban por el aire ya que competiríais a ver quien encestaba en la boca de la otra.
Tu carcajada resonó por toda la sala cuando una de las palomitas saltó al ojo de Rosé, te causó tanta gracia que sin querer te mordiste la lengua.
–¿T/n? ¿Estás bien?–
–Si, si. Me he modido da dengua–
–Dios mío T/n. Te sale mucha sangre–
Ella con precaución te daría un vaso de agua para que te enjuagases la boca y así limpiarte.
Al final te preguntaría todo el rato si estabas bien y te daría besos por todo el cuello.
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Jisoo:
Una de las debilidades de Jisoo era su adorable perrito blanco. Tanto que siempre le compraba juguetes, pero que siempre los deja a tirados el canino por el suelo.
Tú siempre tenías que recogerlos y guardarlo en su respectiva caja, junto a la camita de Dalgom.
Sin querer pisaste un juguete con forma de hueso, tu torpeza más tus reflejos lentos, hicieron que tu ceja colisionara contra la encimera de la cocina.
–Perdón.. No era intención–
–La próxima vez recoge los juguetes–
–Yah~ no seas tan borde–
Ella te limpiaría y curaría la pequeña aunque dolorosa herida, y pediría disculpas con tu comida favorita.
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Jennie:
El frío otoñal de diciembre pegaba más fuerte haciendo notar la llegada del invierno. Era tu estación favorita pero en Corea el clima era más frío que en otros lugares.
Tu adorada cazadora de cuero fue cambiada por un abrigo que abrigaba en condiciones, los pelitos de la capucha te calentaban bastante y según Jennie, parecías adorable.
Cuando estabas por terminar de subir la cremallera del todo, te pillaste el labio inferior ya que al mirar hacia abajo tus labios fueron víctimas de la la cremallera.
–Auch–
–¿Amor, estas bien?–
–Si si–
Ella te besaría todos los días la pequeña herida que hubiera formado el pequeño accidente y a partir de ese momento, ella abrocharía tu chaqueta por ti.
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Lisa:
El apartamento era grande y apto para 4 o más personas pero no sé cómo, pero siempre acababais las dos en la misma sala.
Cuando tú te lavabas los dientes ella salía de la ducha, cuando tú jugabas a videojuegos en el salón ella ordenaba los CDs..
Hoy no era una excepción, ahora estabais las dos en la cocina, ella dejando los platos en los armarios de arriba y tú ordenabas los cubiertos que estaban en el cajón, a la altura de la cadera.
Al terminar el labor, alzaste tu cabeza y sin verlo venir, la puerta del armario de arriba dio contra tu coronilla.
–¡Oh, no! Perdón, perdón, perdón–
–Lis, no te preocupes–
Estaría todo el tiempo pidiendo perdón y sosteniendo la bolsa de hielo que por petición de ella, aceptaste.
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