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Un buen amigo

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Que se jodan los semáforos, los cruces peatonales, incluso tu maldito seguro de daños.

La precaución al conducir ya no existía en tu mente. Ella se encargaba de recrear la escena en tu cabeza una y otra vez, así como recordarte todas y cada una de tus palabras al retumbar en un gran eco que no desaparecía por más que se prolongara.

—Mierda, mierda, mierda... ¡¿Qué mierda hice?! —te cuestionaste golpeándote la cabeza en el volante cuando te encontraste con un semáforo en rojo por la simple razón de tener un auto enfrente, de otro modo hubieras pisado el acelerador arriesgándote a una multa o a un accidente.

¿Cuánto más necesitabas para sentir que ya te habías alejado lo suficiente de aquel lugar? Ni yo lo sé. Habías pasado ya tantos semáforos que quizá ya estabas en la lista negra de los policías de tránsito si te encontraran o deseara hacer su trabajo, claro. La ansiedad comenzaba a carcomerte por dentro, el hormigueo en tus manos y brazos poco a poco te hacían perder la sensibilidad de todo, incluso la movilidad, y pensabas bien si era buena idea seguir conduciendo de esa manera. También, te preguntabas cómo era posible que a pesar de todo siguieras teniendo esos arranques imprudentes que ponían en riesgo tu vida. Ya había pasado aquella vez que el lobo, o mejor dicho Katsuki Bakugo, te atacó y ahora te exponías, no solo a ti, al conducir de esa manera.

Optaste por detenerte en una tienda de conveniencia que viste tras dar vuelta en una cuadra. Te adentraste las instalaciones y agradeciste que tuvieran al menos un par de mesas con sillas para pasar un pequeño rato ahí, y fue entonces que decidiste observar a tus alrededores para reconocer el lugar donde estabas, pues hasta el momento reobraste la compostura y te diste cuenta de hasta dónde pudiste llegar con el único objetivo de alejarte de Todoroki; quizá estabas en uno de los extremos de la ciudad, la escases de altos edificios te lo dijo y la poca circulación de gente que había si la comparabas con la zona central. De cualquier forma, te aliviaba sentirte alejada de todo lo que conocías; sobre todo de él.

Por más que quisieras, no era conveniente comprar una cerveza para dejar que el alcohol te ayudara a olvidar el maldito error que cometiste. Observaste tu teléfono aliviada de que Shoto no te hubiera llamado para saber dónde estabas o intentara hablar del tema, aunque también confesabas que te desanimaba pensar que era algo que no le importa. Sin embargo, aquello era lo mejor para ambos, sobre todo para ti; ahora debías tener tu mente ocupada, pensar en qué deberías hacer para tratar de arreglar las cosas y no permitir que aquello te alejara de un buen amigo, pero en esos instantes no eras buena ni para pensar en cómo regresar a casa sin abuzar del acelerador y exponerte una vez más. Te diste varias palmadas en las mejillas como si con eso pudieras despertar de la pesadilla que ahora vivías, pero la realidad siempre te golpeaba más fuerte ahora que una llamada entrante hacía que tu teléfono vibrara sobre la superficie de la mesa.

Te asustaste al instante y deseaste lanzar el dispositivo de la ventana, quizá lo hubieras hecho si tuvieras los fondos suficientes para comprarte otro. Lo tomaste con temor, creyendo que en la pantalla el nombre de Shoto destellaría, pero solo se trataba de Izuku. Suspiraste aliviada, pasaste tu mano por tus ojos al cerrarlos y tomaste un respiro antes de responder; debías sonar lo más tranquila que pudieras ante el perspicaz amigo que tenías.

—¿Hola? —respondiste sonriéndole a tu reflejo en el cristal, observando a las afueras, sintiendo que estabas lejos de todo por un momento.

—Hola, (Nombre) —respondió al instante, quizá más alegre que otras veces y nervioso por una razón que aún desconocías.

—¿Qué sucede? ¿Cómo estás? —preguntaste con más tranquilidad sabiendo que podías usar aquel tono nervioso de voz como un pretexto para evitar que él iniciara con un exhaustivo interrogatorio para descubrir qué te pasaba.

Cᴀᴢᴀᴅᴏʀᴀ ᴅᴇ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀᴇs |Kᴀᴛsᴜᴋɪ Bᴀᴋᴜɢō|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora