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Carmesí

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El dolor era insoportable, se sentía mareado por el tiempo que llevaba herido y solicitar ayuda no estaba en sus planes si no deseaba que lo encontraran de nuevo.

Corrió por varios minutos deseando escapar cuanto antes y encontrar la compañía que perdió tras correr, pero ahora estaba entre la espada y la pared, más bien entre ser descubierto y asesinado o morir desangrado. No esperaba toparse con una trampa para osos en ese instante y maldecía a su perseguidor.

Sus ojos observaban cada rincón del bosque, con el olor a sangre invadiendo sus fosas nasales por encima de aquel que desprendía la naturaleza. Quizá bebía resignarse a morir de esa forma, lenta y agonizante por el dolor que sentía, sin poder despedirse de nadie, sin saber si debía arrepentirse de sus últimas palabras o no. Su respiración era irregular, aun preso del temor y por la persecución que vivió hace unos instantes; procuró no quejarse por el dolor al sentir como la trampa para osos se cerraba en cada movimiento que hacía y el metal traspasaba su piel, además de otro del que no se percató hasta ese momento, sin saber cómo ocurrió. Tal vez en su carrera, no está seguro.

Recostó su cabeza en la hojarasca húmeda, observando la luz blanquecina de la luna al filtrarse por las ramas de los árboles que se alzaban a su alrededor. Se sentía desorientado, poco a poco débil y eso le frustraba. Sin embargo, reaccionó con menor velocidad a la que solía hacerlo cuando oyó pasos, hojas de diferentes arboles ser pisadas con rapidez. Seguramente ya lo habían encontrado.

Quiso mostrarse fuerte pese a la debilidad y cansancio que sentía, que su perseguidor se diera cuenta que aún podía dar más hasta el final, porque así era él; miró a la dirección de los pasos y una silueta se formaba a medida que se acercaba. Reprimió sus quejidos, usó sus escasas fuerzas para mostrarse intimidante sabiendo que en su estado ya no era creíble y esperó a su perseguidor.

Sin embargo, la sorpresa lo invadió tanto como a ti el temor de encontrarle.

Desconocías si se trataba de otro lobo que te atacaría como los otros dos, planeaste cambiar de rumbo pero, al escuchar un quejido de su parte cuando la trampa para osos se incrustó más en su pata trasera, te detuviste poco a poco. Volviste a ver un intenso rojo en la mirada del lobo, pero no era aquella que viste un mes atrás, quizá era familiar a ella, pero algo dentro de ti te decía que era diferente. Notaste temor en ella, inquietud por lo que tú, como cazadora, podrías hacerle y te percataste que observaba tu rifle con vacilé.

Escuchaste gruñidos aprisionados en su garganta, débiles.

Sin saber por qué, te deshiciste de la única arma que podría mantenerte a salvo de tu gran perseguidor; la dejaste a un lado con gran lentitud, sin apartar tus ojos de aquel carmesí en medio de la oscuridad, porque su pelaje era completamente negro, y percibiste una mínima relajación en su cuerpo, como si entendiera que no pretendías hacer nada con él.

—Tranquilo —susurraste extendiendo tus manos hacia él con suma lentitud, tanteando el terreno y preguntándote por qué seguías haciendo eso y te exponías delante de un lobo tan grande como el de la última vez, pero él recostó la cabeza en la hojarasca, dudando en confiar en ti, pero tu voz era tranquila, calmada a pesar de tu respiración irregular; aunque, quizá, ya no podría hacerte nada.

Observaste todo su cuerpo, el olor a sangre llegó a tu nariz y prestaste mayor atención a él. En su costado había una herida de bala que sangraba medianamente, siendo la principal fuente de su debilidad; pero también, el brillante metal que destelló gracias a la luz de la luna cuando movió su pata y dejó escapar un quejido, alertó tus sentidos. Necesitabas liberarlo y darle asistencia médica lo más que pudieras estando ahí, pues esta vez, a pesar del dolor que invadiría tu pecho, no lo sacarías de la reserva. Con ello en mente, mordiste tu labio inferior internamente y te acercaste con lentitud hacia la trampa, tratando de liberarlo cuanto antes.

Cᴀᴢᴀᴅᴏʀᴀ ᴅᴇ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀᴇs |Kᴀᴛsᴜᴋɪ Bᴀᴋᴜɢō|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora