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Eso dejará marca

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Hasta el momento lograste calmar al licántropo que te observaba detenidamente. Analizaba cada movimiento tuyo esperando no representara una amenaza para él, aunque claro, sería fácil devorarte al ser de un tamaño minúsculo para él, algo que inconscientemente fue tu ventaja al hacerle sentir más grande, poderoso e intimidante para ti, pues notaba cierto temor en tus movimientos y rostro cuando te acercabas a él manteniendo el cuidado de no alterarle como anteriormente sucedió.

No descartabas la idea de sedarlo de nuevo para tratar algunas suturas que se abrieron cuando se movió con rudeza, una labor que le dejarías a tu colega Koda cuando llegara. El lobo se sentía más tranquilo al ser solo una persona pequeña la que estuviera ahí, pero no dejaba de sentirse como una basura al quebrantar una ley importante. Pero sobre todo por sentirse necesitado de atención medica cuando bien podría curarse solo, él no estaba pidiendo la ayuda, tú se la dabas por voluntad propia y él te deba el privilegio de hacerlo al verse incapacitado por las ataduras con las que se encontraba prisionero, un pensamiento que su orgullo generó para no admitir que, por esa única vez, sabiendo lo mal que le fue en su último encuentro con cazadores, dejaría que un humano le atendiera y ayudara a una rápida recuperación.

La calma llegó a ti cuando terminaste una inspección ocular rápida del estado del animal para darle un breve informe a Koda, te dirigiste a la puerta con la intensión de salir con rapidez y dejarlo tranquilo, pero el empujón que ésta te dio al ser abierta con brusquedad te hizo caer delante del lobo, expuesta a un ataque por su parte. Escuchaste la voz de Todoroki llamándote cuando entró con rudeza, misma que volvió a alterar al lobo y con mayor consecuencia al verle portar un arma. Sus instintos se activaron haciendo que el zarpazo que dio como una defensa y ataque a la vez llegaran a ti.

Tu suerte fue usar tu brazo izquierdo para no recibir el ataque en tu rostro o la mayor parte de él, pues lograste colocarlo como una escuadra que dejó al descubierto parte de tu mejilla. El zarpazo logró herir tu brazo y antebrazo, contando la mejilla que no lograste tapar y que casi pone en riesgo tu vista de ese lado. Dejaste escapar un grito lastimero por el dolor que ahora invadía tu brazo y rostro, sintiendo en este último un gran ardor, como si tu piel cortada fuera quemándose. Shoto se alteró más debatiendo internamente con su instinto de supervivencia y disparar el sedante al lobo o con su preocupación por ti al verte herida y cerca del animal, llevándolo a bloquearse por un instante.

-¡Nombre! ¡Shoto! -gritó Izuku trayendo de regreso al chico heterocromático que no tardó en disparar a su lado, multiplicando el efecto de los sedantes en el gran lobo que inició su lucha contra su falta de fuerza, sentándose en sus patas traseras y manteniéndose en alto con las delanteras como una clara señal de resistencia al gran cansancio que ahora se apoderaba de su cuerpo. Sus patas temblaban al no poder soportar más su peso por la carencia de fuerza, sus parpados adquirían más peso que lo obligaban a cerrar sus ojos, pero él se negaba.

Delante de él estabas tú, llevando tus manos a tu rostro para cubrirlo, así como tus quejas que eran altamente audibles para él, llamando su atención y obligándolo a verte. Te contenías, no lo maldecías por herirte y eso fue algo que lo descolocó por un momento antes de caer inconsciente, no reaccionabas de forma agresiva como anteriores cazadores lo hicieron cuando ellos fueron quienes alteraron sus sentidos. Notó la mirada llena de reclamo que le regalaste a Shoto por un par de segundos entendiendo perfectamente que tus quejas serían dedicadas a él.

Y fue ahí cuando le miraste de nuevo, con una expresión dolida e impotente por no poder detener a tus compañeros al someterlo a más sustancias químicas que lo llevaban a un profundo sueño por varias horas, pero sabías que era necesario para curarlo y al menos garantizar que las heridas no se abrieran nuevamente. Esperabas que hasta la noche estuviera recuperado y tener la oportunidad de ser tú quien lo regresara a la reserva y te cercioraras de su seguro regreso a su habitad sin problema. Ahora solo observabas ese par de rubíes que poco a poco perdía su brillo y eran resguardados por sus parpados, volviendo a tener un cosquilleo extraño, pero nada desagradable que te llevó a olvidarte del dolor momentáneo de su corte.

Cᴀᴢᴀᴅᴏʀᴀ ᴅᴇ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀᴇs |Kᴀᴛsᴜᴋɪ Bᴀᴋᴜɢō|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora