00

10K 694 108
                                    


.

.

.

El sonido del peso muerto de una criatura al ser lanzada al suelo llamó tu atención. Los huesos impactar contra el piso de concreto de la fachada de una casa muy moderna y bien decorada provocaron escalofrios en ti, una pequeña niña que caminaba cerca.

A lo lejos parecía ser un pequeño costal del que pensaste contenía objetos de plástico que causaron aquel sonido. Sin embargo, a medida en que te acercabas para continuar tu camino al parque y encontrarte con tu mejor amigo de bellas pecas en sus mejillas, descubriste que no se trataba de un costal. El cuerpo de un bello animal yacía frente aquella casa.

El pelaje dorado del lobo se mecía ligeramente gracias a la brisa de otoño. Los murmullos de hombres robustos a punto de salir de la vivienda te asustaron y obligaron a cruzar la calle. Pero tu mirada curiosa y oídos se mantenían atentos a lo que pasaba al otro lado. Tres hombres, uno musculoso y uno de peso promedio se mantenían en la entrada, mientras que otro robusto se recargaba a una camioneta de carga, quizá donde trajeron al animal.

—Nos causó demasiados problemas, pero al fin lo capturamos —comentó un hombre robusto, causándote una pequeña sonrisa juguetona por su calvice evidente. No podías escucharles claramente, pero el tono densu voz te causó gracia.

—No fue posible traerlo ileso. Moría él o nosotros... —añadió al segundo hombre moreno—. Considera un descuento por los daños —rió con malicia al dar una pequeña patada al animal, el cual dirigió su mirada cansada y triste a ti. Un par de zafiros rodeados de una esclerótica oscura te observaron al caminar, dejando escapar pequeños gruñidos tristes que te estremecieron.

Tus pasos se detuvieron y tu mirada no se despegaba del trío de hombres que hablaban de negocios. Poco a poco ese zafiro intesnso perdía su brillo a medida que sus cansados ojos se cerraban— ¿Qué estan haciendo? —te preguntaste afligida. Era la primera vez que observabas a un animal salvaje, de esos que veías en televisión y te parecían majestuosos al proteger su hogar, reclamar su comida o defenderse, te llamaba la atención el comportamiento agresivo que llegaban a mostrar, sobre todo los lobos, te parecían animales imponentes y dificiles de atrapar... no creías que lo habían capturado, creías que sería imposible y lo que tus ojos veían era mentira. Sobre todo su pelaje poco peculiar.

—¿Qué es lo que miras? —la voz gruesa y tajante de uno de los hombres te sacó de tus pensamientos. Causándote gran temor. Tus pies no respondían, te quedaste estática, sin saber cómo reaccionar o a dónde ir. Su tamaño era inmenso ¿Cómo un hombre podía ser tan grande? Su rostro serio y enojado te intimidaba, aunque no estiviera tan cerca de ti, podías sentir que su simple sombra era tan pesada que no te permitía huir.

—¿Hasta que te encuentro (Nombre) —la dulce voz de tu mejor amigo resonó en tu cabeza, haciendo clic en ella para reaccionar y salir de ahí cuanto antes. Su suave mano tomó la tuya y tiró de ti comenzando una ligera carrera como niños emocionados que se dirigían al parque a jugar. Solo podías observar la espalda del peliverde, cubierta por un chaleco azul bastante abrogador para la temporada y sus rizos meneandose repidamente a medida que corría.

Desviaste tu vista hacia el pequeño grupo de hombres que solo les miraban alejarse y dejar de prestarles atención. Diste un último vistazo al lobo dorado. La trsiteza e importnecia se apoderaron de ti, de tus ojos las lágrimas comenzaban a asomarse y fueron deslizándose por tus mejillas hasta perderse cuando abandonaron tu rostro.

—Eso fue peligroso (Nombre) —regañó Midoriya tras detenerse en el parque, justo delante de un tobogán en el area de niños. Su respiración entrecortada recuperaba su ritmo cuando apoyó las manos sobre sus rodillas— ¿Por qué mirabas a esos hombres? Parecían ser peligrosos —su tono inocente dentro de un regaño eran adorables. Pero se volvió a uno preocupado cuando notó que llorabas, con ambas manos cubrías tu cara tratando de detener esas lágrimas para no preocuparlo.

—Esos hombres hicieron algo malo —respondiste entre sollozos. Tu intento de detener esa agua salada era en vano—. Esos hombres lastimaron a un lobo de oro... —dijiste al descubrir tu rostro y mirar al peliverde que mantenía su ceño levemente fruncido, conteniendo un pequeño llanto porque se lo contagiaste. No le gustaba verte llorar, no estaría cumpliendo su promesa de protegerte.

—Esos hombres tendrán su merecido —Izuku funrció su ceño y te mostró un pequeño puchero, su labio inferior temblaba. Se mostraba fuerte delante de ti—. Te lo prometo (Nombre). Cuando sea grande les voy a patear el trasero y cuidaremos a los lobos del bosque —te estrechó entre sus brazos como si fueras un peluche que recién le compraban y que había deseado desde hace mucho.

—Yo también quiero cuidar a los lobos del bosque. Papá dice que son como perros gigantes... —te separaste de él con una sonrisa emocionada— ...sería como cuidar a muchos perros grandes —levantaste ambas manos con gran emoción.

—Prodríamos ser como esos doctores de animales... —añadió el peliverde apoyando tu idea—. Así los cuararemos si están enfermos —te regaló una sonrisa.

—Entonces es una promesa... cuidaremos a los lobos del bosque de esos hombres malos y les daremos su merecido —formaste un puño con tu pequeña mano—. Y no importa qué... ¡salvaremos a los lobos y los cuaremos!

.

.

.


ABR222020

Cᴀᴢᴀᴅᴏʀᴀ ᴅᴇ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀᴇs |Kᴀᴛsᴜᴋɪ Bᴀᴋᴜɢō|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora