- Eres tan linda... -dijo Mikey.
- No soy linda, eres tú el que me ve de esa manera. -contesté.
-Tú, eres linda, la más linda de todas.
●><●
☆ Los personajes pertenecen al creador de Tokyo Revengers, menos la protagonista y los demás personajes no...
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"Hasta las tinieblas de tu cadáver" -resonó en mi cabeza.
Dejé caer la carta a un lado de mi cama. Estaba otra vez en la habitación de mi casa tras haberme autolesionado las muñecas, de nuevo. Aprovechaba los momentos en los que mis abuelos salían a comprar o trabajar para escapar y venirme a mi casa a cortarme.
Tenía miedo, miedo a la soledad, miedo a mi vida, a mi estabilidad emocional... miedo de todo... y eso nadie me lo podía quitar.
El teléfono apoyado en la mesa de noche empezó a vibrar, alguien me llamaba por teléfono. Con poca fuerza en mis muñecas lo cogí y me acerqué el instrumento de comunicación al oído, sin ni siquiera ver de quien se trataba.
.-¿quién? -hable tras contestar la llamada.
-eres Yumeko, ¿no es así? -asentí.- Ah! Hola soy Kazutora! Te acuerdas de mi, ¿verdad?
-ah, hola Kazutora, ¿qué te cuentas? -contesté con indiferencia.
- nada... ¿quieres dar una vuelta?
- cuándo y dónde
-ahora mismo en el parque XXXX, si quieres.
- perfecto, voy hacía allá..
Colgué la llamada, con los pies descalzos anduve toda la casa hasta la habitación de mi hermano, abrí su armario, y saqué una sudadera pequeña para él, pero gigante para mi. Me la puse delicadamente para no dañar la piel herida.
Me puse colonia en el cuello y sobre la sudadera, y con eso salí a la calle.
Anduve un buen rato hasta llegar al parque, a lo lejos pude ver al de los mechones sentado en un banco.
Un flashback recorrió mi mente, uno de cuando quedé con Hina y todos.
Me acerqué a él, lo saludé y me senté a su lado.
- Hola Yume- -se interrumpió a si mismo al ver mi aspecto.- ¿estás bien? ¿estás muy pálida? ¿Estás comiendo bien?
- sí.
- bueno... vamos a por un helado! -dijo intentando subirme los animos.
- ¿helado en principios de noviembre? -pregunté con cierta ironía.
- bueno, mejor que a mediados de noviembre, ¡vamos! -me cogió de un poco más arriba de la palma y me arrastró hacia un puesto de helados.
