47| LABIAL ROJO

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A Minerva le parecía maravillosa la manera en la que, aun cuando decía estar enojada, terminaba teniendo sexo con Tony. Nunca le había pasado eso antes, en ninguna de sus relaciones, así que a pesar de la culpabilidad que le afectaba una parte de ella se sentía plena.

Como siempre y como era de esperarse, luego de que Tony y ella estuvieran juntos él se había marchado. Le había prometido que trataría de "reanudar" su relación con Pepper, así fuera solamente en el aspecto físico para evitar que siguiera dudando de él.

Eso apaciguaba las cosas por el momento, pero Minerva, como cualquier persona sensata, creía que quizá era mejor decir la verdad. Ella podía hacerlo, no le tenía miedo a Pepper, pero de alguna manera si tenía miedo de lo que podría suceder a su alrededor, o más específicamente con Tony.

¿Qué pasaba si Tony si divorciaba y luego la relación entre ellos no funcionaba? ¿Si todo tenía que ver con la adrenalina combinada con los más de 20 años de confidencias?

Una llamada de Tony invitándola a cenar borro de golpe sus pensamientos y con una sonrisa en su rostro corrió a prepararse para la cita.

***

La cena había sido programada por Tony como estrategia de ablandar un poco la situación con Minerva.  Sabía que era un cobarde por hacerlo de esa manera, pero fue la única que se le ocurrió.

Ama a Minerva, lo sabe con certeza, y es capaz de todo para que la relación que tienen dure lo que más pueda. Hasta acostarse con Pepper.

En otro momento eso no le hubiera molestado, su vida sexual con ella era buena. Siempre habían sabido darse placer el uno al otro, pero ahora no tenía corazón ni mente más que para su mejor amiga.

Tony se había encargado de encontrar el restaurante más alejado de la ciudad, dueño de un buen amigo, en el que había reservado un saloncito privado para Minerva y el. El restaurante consistía en un lugar de comida asiática donde había dos dependencias: una para el público general, en la que había mesas individuales, para dos, familiares y demás; y una VIP, como la que había reservado, en la que se tenía mesero personal y se contaba con intimidad. Justo lo que quería.

Minerva estaciono su auto afuera del restaurante y con sus ojos busco el auto de Tony, habían quedado de verse afuera y entrar juntos. Encontró el auto, pero no vio a nadie allí y frunció el ceño extrañada, ¿había entendido mal? Reviso su celular, pero no encontró ni llamadas ni mensajes.

−¿Porque tan sola mamacita? -la gruesa voz masculina la hizo sobresaltar haciendo lo primero que se le ocurrió: golpear con su bolsa al cochino que le había hablado.

−Hey, hey, hey -replico Tony entre risas- Cálmate querida, soy yo...

−¡Me quieres matar de un susto Stark! -reclamo con una media sonrisa.

−Y tú a mi Minerva. Te ves preciosa -afirmo mirándola de pies a cabeza con ojos brillantes.

Minerva se había esmerado en arreglarse. No se consideraba una mujer vanidosa, solo buscaba verse decente y dejaba lo elegante para cuando se debía. Sin embargo, desde que está en la aventura con Tony ha decidido arreglarse un poco más.

Esa noche traía puesto un lindo vestido azul oscuro que se pegaba a su cuerpo en su tronco, justo hasta la cadera en donde se desprendía la falda con un leve vuelo, hasta un poco más arriba de la rodilla, unos zapatos de charol de un pequeño tacón y el labial rojo completaban su atuendo.

−Y tú te ves muy atractivo -admitió permitiéndose observar con descaro. 

Tony siempre se habida caracterizado por tener un estilo particular, se sentía cómodo con la manera en que se vestía. Tenía puesto unos pantalones de tela, una camisa, corbata y saco junto a sus inseparables zapatillas. El cabello aun un poco largo  y pulcramente peinado invitaba a enterrar sus manos en él, pero Minerva se contuvo. 

HEART RULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora