Capitulo III

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¡Esta historia no morirá!

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Shirou contemplo en silencio la fragua frente a él, mientras estaba sentado en una mesa de madera con un mantel blanco extendido con diversas herramientas pequeñas ordenadas de orfebrería desde distintos martillos, alicates, lijas, limas, sierras, bruñidores, cepillos, alambres, buriles, brocas.

Una de las distintas artes que la diosa Hefesto le había enseñado desde cero para ganarse la vida, en la que se elaboraban piezas artísticas y decorativas como: joyas, pulseras, anillos, aros, colgantes, cadenas y elementos decorativos como tiaras, coronas, monedas y todo elemento realizado con metales.

No era raro para Shirou trabajar con minerales como lo es el oro, plata y piedras preciosas y pensar de esa manera sinceramente le asustaba... ¿desde cuándo sostener cosas tan valiosas se volvió tan monótono? Y sus obras se habían vuelto muy populares entre las personas adineradas de Orario que solicitaban distintas decoraciones ya sea para presumir y recalcar su fortuna, venderlo en una joyería como pieza de exhibición o entregárselo a una mujer.

Todo trabajo tenía un proceso de transformación, hacer solamente un aro de oro no lo convertía en una pieza digna de joyería que todos quisieran obtener, ¿Vale algo? Definitivamente. Pero las personas adineradas, no error. Cualquier persona con sentido común preferiría un trabajo más elaborado y hermoso a un simple aro arrugado... y mucho menos algo que un hijo de Hefesto quisiera decir que lo hizo, todo, absolutamente todo tiene un proceso de trasformación sin importar lo simple del objeto.

La fusión del material en bruto.

Una vez obtenido el metal lo cual no era tan difícil ya que Shirou solo cobraba la mano de obra ese es su trabajo, no tenía la suficiente libertad como para conseguir sus propias materias primas por lo que el comprador debía entregarle sus materiales, se prepara en bruto fundiéndolo en un crisol a 1.063 C el horno para eliminar impurezas del metal, posteriormente se vierte en un recipiente y se deja fundir.

El crisol se trata de una cavidad en los hornos que recibe el metal fundido. Tenía tres de ellos hechos de grafito y arcilla.

Del recipiente, realizando un martillado, interponiéndolo en un material flexible de cuero o tela entre el metal y la herramienta para obtener laminas finas y evitar huellas o roturas. Con un martillo de precisión se golpeaba directamente al metal para darle forma de lámina o lingote, al martillarlas estas cambian de dureza y ductilidad debido a las transformaciones sufridas en su nueva estructura, por lo que se hace esencialmente necesario para que el metal no se quiebre.

Una vez obteniéndolo en una lámina se cortaba después de simplemente doblarlo, marcando la línea e corte con una incisión. Consistiendo en una limpieza o pulido.

Y hasta allí trataba el tratamiento con el metal comenzando con un nuevo proceso donde se ponía en marcha las técnicas decorativas, la destreza y la imaginación del artesano.... Aquí comenzaba la belleza externa que podía ser apreciada por los ojos comunes.

Trabajando con un cincel de punta roma para evitar que se corte la lámina con la incisión anterior, también son útiles los punzones que permiten curvar el metal sobre sí mismo y definir grietas profundas desde el reverso, para que salgan en el anverso. Si la pieza, en un caso como este se trabajaba por el anverso sobre un cuerpo ya en relieve, se trata de un embutido una técnica donde se requería trabajar sobre un soporte blando para que se mantenga fija.

El puntillado se realizaba con un cincel desde el reverso de la pieza obteniendo motivos a base de puntos en relieve por el anverso.

Una decoración incisa se consigue mediante la incisión de un buril sobre la pieza y bajo un soporte firme que sujete al objeto.

Escarlata y Amatista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora