03. Temblores

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MARINA

Estaba en la cocina preparándome una ensalada de frutas, luego del incidente no tenía ganas de comer pero igual debía llevarme algo al estómago. Y cómo Ezra se había encerrado en el cuarto, quería darle su espacio, que se calmara.

Al rato, mientras como del plato sentada en la encimera de la cocina, Ezra entra; me estaba buscando por lo que noté en su mirada, pero yo no lo miro y sigo picando las fresas.

-Mar... ¿podemos hablar? -pregunta, acercándose a mi-. Lo siento, no quise ignorarte. Yo lo siento en verdad.

Lo miro unos segundos y asiento sin decir nada. Él suspira y me quita el plato de las manos, dejándolo a mi lado.

-Marina, amor; mírame. -detiene mis manos y hace que lo mire-. Perdóname, enserio. No me ha gustado para nada que hayas visto eso, y se cuanto daño te hizo ese idiota, no volverá aquí.

En mis labios se forma un pequeño puchero y lo abrazo, él me aferra a su pecho y besa mi cabello, empezando a acariciarlo.

-Está bien, tranquila. -habla calmado, al notar que yo empiezo a llorar-. Puedes llorar, es lo mejor.

-Tengo miedo, ¿y si un día no estás y vuelve por mi? No puedo ni imaginar que podría hacerme... -sollozo-. No quiero perderte. Esa idea se había ido pero ahora volvió y no saldrá de mi cabeza...

-No pasará eso, nadie se alejará del otro ¿si? Es mejor irnos mañana, le avisaré a mi tía. -nos separamos, Ezra limpia mis lágrimas-. No te voy a perder, no ahora.

-Pero... ¿y nuestros trabajos? al menos déjame ir mañana a avisar.- murmuro, volviendo a tomar mi plato para seguir comiendo-. Y además, debes avisarle a tu jefe.

-Lo haré, hoy lo haré; mañana temprano te llevo ¿si? de ahí nos iremos.- se apoya a mi lado en la encimera-. ¿Me invitas?

Asiento pinchando una fresa con una piña, le llevo el tenedor a la boca para darle y sigo comiendo. Cuando acabo me bajo de la encimera y empiezo a lavar el plato. Me dolía dejar este hogar que habíamos formado, pero sabía que lo mejor era irnos lo más pronto.

Ezra llevaba puesto una camiseta de manga corta y se podía ver el pequeño tatuaje de unas olas que tenía en el antebrazo. Yo tengo un pequeño tatuaje de una pelota de basket en mi antebrazo, a Ezra le gusta ese deporte. Recuerdo aquel día cuando nos fuimos a hacer esos tatuajes.

Cuando acabo, me seco las manos y volteo, lo miro a los ojos y él a los míos; nos dedicamos una pequeña sonrisa, de esas que solos nosotros entendemos y de las cuales nos calman por completo.

Besa mi frente con suavidad y luego abre la refrigeradora para robarse una fresa antes de irse de la cocina con una sonrisa en el rostro, yo ruedo los ojos con diversión y seco el plato para guardarlo.

-Tu padre es un bobo, cariño. -susurro, riendo bajo-. Siempre se roba las fresas cuando están cortadas, según su lógica, son más ricas.

-Pondré una película amor, ¿vienes?- pregunta desde la sala.

-Si si, ya voy.- le digo, fijándome que todo esté ordenado.

Ya en la sala me acomodo en el sofá junto a Ezra, quien pone una película en Netflix, una de mis favoritas y que no me canso de verla; es muy adictiva.

-Esa película te da sueño.- le recuerdo, viéndolo unos segundos-. ¿Te dormirás?

-No amor, no lo haré.- me asegura mirándome unos segundos con una sonrisa.

La película acaba y me doy cuenta que mi novio se ha dormido apoyado en mi hombro, me río bajo al recordar su promesa, nunca entenderé como Soy el número cuatro le puede dar sueño.

La chica del océano | Terminada ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora