Muchos creen que la vida es un momento eterno, con un inicio y un fin; que ya todo acaba ahí al morir. No, no es así.
Se sabe que cuando entendamos que no es un día menos sino un día más, empezaremos a valorar todo a nuestro al rededor. Mi muerte fue mi destierro terrenal, no sabía que la vida de un alma libre sería totalmente distinta, creía que todo era negro, el vacío, nada.
Azahara crece cada día más, se volvió una adolescente cerrada al mundo pero libre en sus pensamientos, imaginando algún día poder verme otra vez, sus llantos en las noches hacen que su padre no pueda madrugar con tranquilidad, pero es su hija y la ama con su alma. Vive por y para ella, eso me hace feliz.
¿Viva, que se siente estar viva?
Ahora comprendo todo, que yo aún sigo viva, me siento viva; me siento en paz.
-¿Marina?- volteo al oír mi nombre, aquella chica que se cruzó conmigo en la acera está allí, parada-. ¿Eres... eres un fantasma?
Me hallaba en un lugar tranquilo, sentada en la orilla del océano, un atardecer cubría el cielo, el ocaso perfecto. Sus cabellos rojizos caían a los lados y el vestido blanco que llevaba le llegaba hasta por debajo de las rodillas.
Me levanto con cuidado mientras sacudo levemente mi vestido, la miro confusa, ella parece querer decirme muchas cosas pero entiende que mi llegada aquí ha sido repentina; porque su mirada, me dice que lo sabe todo.
-¿No eras humana?- pregunto, acercándome a ella. No es algo que me sorprenda.
-Lo dejé de ser hace mucho.- murmura, agachando la mirada un segundo-. El punto es... que lamento tanto verte aquí, no es que no te haya extrañado, pero no pensé verte aquí tan pronto.
-¿Sabes lo que me ocurrió?- pregunto, levantando su mentón-. ¿Sabes quien me hizo esto?
-No es bueno guardar odio, Marina.- susurra, yo tenso mi mandíbula-. Los que llevan odio en su corazón son abrumados por la maldad... mejor déjame presentarte a alguien. Te lo explicará mejor.
Se voltea, tras ella se acerca un hombre no tan mayor, tendría unos treinta y algo, vestía un traje negro, sus ojos causaban una sensación de inquietud.
-Al inicio es así, ya luego te acostumbras.- me mira unos segundos, yo quito la mirada del hombre.
-Papá, ella es Marina.- la pelirroja habla, creo que su nombre era Lilianne-. Marina, él es mi papá, Alzabú.
-Un gusto, Marina.- su voz grave me estremece un poco-. Entiendo que el odio que sientas en el fondo aún no quiera irse. Ven.
Los empiezo a seguir con cautela, sentía que los conocía desde hace mucho además de la confianza que transmitían, me daban calma. Mis manos juegan nerviosas mientras caminamos al dichoso lugar que me quiere mostrar, soy muy nerviosa, eso no ha cambiado.
-Llegamos.- me dice, volteando a verme-. ¿Conoces el lugar?
Es la casa de Clark, era mi casa.
-No quiero ir ahí.- impongo, él suspira-. No voy a entrar.
-Mari...- volteo a ver a Lilianne-. En cuanto entres, entenderás porqué debes aprender a dejar ir.
Suspiro dudando unos segundos, volviendo mi mirada al frente, doy unos cortos pasos que poco a poco se vuelven mas seguros, entrando al lugar; cierro la puerta tras mío, ya que sabía que esto debía hacerlo sola.
La casa es hogareña, como la había dejado yo al irme con dieciocho años, las lágrimas salen sin previo aviso, camino por los pasillos de la casa con cautela hasta oír dos voces. Una que conocía a la perfección.
-¿Mamá...?- susurro para mi misma, asomándome con cuidado.
Era ella, mi madre; y yo. Me estaba cantando como solía hacerlo cuando me hacía dormir, acariciando mi cabello con suavidad. Yo tenía cinco o seis años, casi siempre nos quedábamos las dos solas en las noches.
Entro con cuidado a la habitación, las lágrimas vuelven a salir y esta vez con más intensidad, caigo de rodillas, apretando los ojos al llorar; oía su dulce voz cantándome y me retorcía el alma de solo oírla.
Como quisiera volver al pasado y decirle cuanto la amo.
-Te amo, mami.- susurra mi yo de pequeña, somnolienta.
-Te amo antes.- susurra mi madre, besando mi frente con amor.
Soltar. Aprender a dejar ir.
-Te perdono.- murmuro, retomando toda mi memoria-. Te perdono Clark.
Las imágenes vuelven a mi mente, revivo toda esa vida de infancia, los acosos de Kane, el suicido de mi madre. Revivo mi muerte, los ojos tristes de Ezra, el bello rostro de mi hija, mi boda. El inicio de mi relación. Todo vuelve en un segundo.
-¡Te perdono!- sollozo en voz alta, viendo todo borroso-. Te perdono por haberme hecho tener un final doloroso, te perdono por haberme hecho daño.
Mi corazón latía a mil, pero aunque sentía que estaba en un remolino, al abrir los ojos me sentía en paz; la imagen de mi madre se volvía cada vez más borrosa, solo alcancé a ver sus ojos.
Mis manos se sentían pesadas, y un sueño me consumió por completo. Me acuesto con cuidado en el suelo, cerrando nuevamente mis ojos, susurrando el perdón.
-Te perdono, mamá.- murmuro, sonriendo con debilidad-. Te amo antes...
Y solo sentí paz.
Nota de autora:
Todo está conectado AAAAAAAA
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La chica del océano | Terminada ✔️
Ficção Adolescente«La chica del océano, la del amor eterno.» >> "¿Qué se siente estar viva?" Aquella pregunta se la hacía Marina en todo momento, pensando en si ella tenía un propósito muy bueno aquí en la tierra; pero no se imaginó uno co...