13. Los ángeles viven para la eternidad.

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LAURA

Rafael me sostiene la mano mientras sollozo en silencio, todo había pasado tan rápido que no sabía cómo reaccionar. Pero así como fue de rápido, dos meses han pasado.

Dos meses desde que ella se perdió en el mar. La primera semana fue la más dura, Ezra no salía de su habitación y se la pasaba llorando todas las noches. Sus pesadillas habían vuelto y tuve que dormir con Azahara.

Traté de hablar con él, que comiese o algo; pero se negaba a todo. Solo besaba la foto de Marina en cada momento del día. Entendía su dolor, yo también lloraba, la muchacha se había vuelto muy importante para mi. Tenía toda una vida por delante con su familia.

No entendía porqué todo debía acabar así.

Pero después de una tortuosa espera, nos anunciaron que la habían encontrado entre unas rocas donde quedó atrapada. En mi trabajo, habíamos recibido en estos dos meses más de doscientos cadáveres de gente desaparecida, específicamente encontradas en el mar.

Quiero creer que fue Marina quien los ayudó a volver a casa. Ella siempre hablaba de eso, y a Azahara para hacerla dormir le contaba historias de aquel tema. Era una chica tan valiente y bondadosa.

Limpio mis ojos y miro a quien ahora es mi pareja, tantas cosas juntos y aquí estamos; unidos nuevamente. Me toma las mejillas y besa la punta de mi nariz, nos abrazamos unos momentos y al separarnos veo a Ezra venir hacia nosotros. Él fue a reconocer el cuerpo.

-¿Era ella, hijo?- le pregunto, esperanzada. Él no dice nada hasta quedarse frente a mi-. ¿Ezra?

-Se ve tan hermosa como el día en que se fue...- susurra, con la voz rota-. Mi océano se fue...

Lo atraigo con cuidado hacia mi, besando su mejilla y acariciando su cabello. Ezra en estos momentos era como un niño pequeño, reviviendo el trauma del accidente de sus padres y ahora viviendo la muerte de su esposa. Mi Ezra ha sufrido tanto, y eso me duele el alma.

Rafael le soba la espalda y besa mi frente, mostrando su apoyo; sabía que él no hablaba mucho del tema puesto que no la conocía del todo. Pero entendía nuestro dolor. Cuando éramos más jóvenes él perdió a su hermanita. Me llevaba muy bien con aquella niña, es lamentable todo esto.

Pero no dejaría sola a mi hijo.

Una vecina se quedó con Azahara, ella ha sido un gran apoyo para nosotros porque la ha cuidado en los momentos donde no podíamos llevarla a los lugares donde hemos estado concurriendo recientemente. Y eso se lo he agradecido mucho.

-¿Familiares de la señorita Marina Lennox?- el llamado del doctor nos separa, Ezra voltea y se acerca a él-. Sígame por favor. Si es que desea unos minutos con el cuerpo.

Ezra me mira unos minutos más y va con el doctor, Rafael me abraza por detrás y yo cierro mis ojos, tratando de asimilar todo por un momento.

***

EZRA

Había pasado una semana desde que encontraron el cuerpo de Marina, luego de dos meses. Y hoy era su entierro.

En un inicio querían cremarla, pero preferí que no fuera así. Necesitaba saber que se iba a ir completa. Mi esposa merecía morir bien.

Cargo a mi hija con cuidado, había crecido mucho para ser sincero y trataba de sacarle risas, aunque yo estuviera roto por dentro. No podía entender aún que ella se había ido, estaba tan metido en mis pensamientos que solo vivía por y para mi hija, yo había olvidado como se siente.

Miro a mi hija unos segundos, quien está apoyada en mi pecho y su manita también, beso su frente y me acerco al cajón de Marina, el cual está cerrado por respeto a ella. Mi vista va hacia una foto que había encima, una de nosotros tres cuando Azahara había nacido.

La chica del océano | Terminada ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora