La Promesa

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–Acepto– forzó una sonrisa.

–En nombre de la Gran Diosa Marina, los declaro marido y tritón– anunció el padre.

Los aplausos no se hicieron esperar por parte del reino. Todos, a excepción de la pareja, parecían estar felices. La recepción después de la boda pasó con normalidad. Bailaron el vals, comieron pastel y los tritones y sirenas se divertían. Como se había planeado desde un principio.

El príncipe, ahora rey, Ainosuke lanzaba miradas a su nuevo esposo. El rey Kaoru Sakurayashiki. No había sonreído en toda la noche. De hecho, podía notar como hacía un esfuerzo para no llorar.

El romance que había tenido con el pirata se había convertido en el secreto mejor guardado del castillo. Kiriko, reina del clan de los tiburones, se había encargado de que así fuera.

Al acabar la celebración, la pareja fue hacia su nueva alcoba.

No habían cruzado palabra alguna en todo el día. A menos que un 'acepto', guiado más que nada al pueblo, pueda considerarse como una conversación.

–¿Cómo te sientes?– preguntó el peliazul.

–¿A qué viene la pregunta?– lo miró por el espejo, mientras se quitaba los arreglos del cabello.

–Oye, no tienes que ser formal conmigo. Somos esposos ahora ¿Recuerdas?–.

–Así es– respondió con un nudo en la garganta.

El mayor tragó saliva y se sentó a su lado.

–Kaoru, sé que no querías esto. Y yo tampoco, o al menos no de esta manera– posó una mano en su hombro –Pero, tal vez, si nos esforzamos, podríamos terminar amándonos–.

–Ainosuke– lo miró por primera vez a los ojos –Yo... Lo siento, pero ya no quiero amar a nadie– comenzó a llorar –Lo hice ya una vez y perdí todo. Mis padres, amigos, un niño, un hombre asombroso y a mi hermano. Odiaría enamorarme de ti y perderte también–.

–Entonces no nos enamoremos– tomó su mano.

–¿Uh?–.

–Hagamos una promesa– sonrió –Kaoru Sakurayashiki, no me enamoraré de ti, reinaremos como grandes amigos ¿Te parece?–.

El pelirrosa correspondió la sonrisa –Tenemos un trato–.

Estrecharon manos.







6 años después:

–¿Tenemos algo para esta noche?– preguntó Ainosuke.

–No, señor– respondió Tadashi. El ahora mayordomo del palacio de las sirenas.

–¿A las cinco?– habló ahora Kaoru.

–Tampoco ¿Por qué? ¿Tienen planes?– los miró coqueto.

–Para nada– dijeron al unísono.

–Necesito un tratamiento urgente– dijo el menor –Toda la semana ha estado repleta de trabajo. Peticiones tontas, la fiesta de San Valentín, inauguraciones, instruir a los futuros probables príncipes ¡Dios! Estoy más tenso que nunca–.

–Eso te pasa por que eres un anciano– se burló su esposo.

–Lo dice quien es dos años mayor que yo– contesta divertido.

–Pero sigo siendo un niño en el alma–.

Risas –Lo que digas, cariñito ¿Tú qué harás esta noche?–.

–Relajarme. Tal vez leer o jugar ajedrez con Tadashi–.

–Por la diosa marina, enserio eres un abuelo. Haces eso casi todas las noches ¿No te gustaría salir de la rutina al menos una vez?–.

–El señor Ainosuke fue criado así desde niño, por favor compréndalo–.

–Que haga lo que quiera ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué me sea infiel? Me da total igual– hizo un movimiento con la mano.

–Pero si yo sería incapaz de eso, cielito mío– lo tomó por la cintura –¿O acaso crees que no te amo? ¿Quieres un beso para probarlo?–.

–Me lo has estado preguntado mucho últimamente ¿No será que eres tú quién lo quieres?– preguntó coqueto.

–Cuando te pones así me haces muy difícil cumplir nuestra promesa– le siguió el juego.

Soltaron una carcajada.

–Como sea galán. Solo diviértete a tu manera. Te lo mereces– sonrió Kaoru –Si me disculpan, iré por un baño de algas–.

–Adelante, majestad– hizo Tadashi una ligera reverencia.

El pelirrosa se retiró. A pesar de su difícil comienzo, debía admitir que su matrimonio iba increíble. Al no haber sentimientos románticos de por medio todo era mucho más fácil. No le afectaba si su esposo llegaba tarde a casa. O si una sirena se comportaba muy cariñoso con él de vez en cuando. Las inseguridades con respecto a eso estaban totalmente descartadas y adoraba eso.

Con los años olvidó a Kojiro. O al menos intentaba convencerse de eso.

No podía negar que le guardaba cierto rencor por no haberlo buscado como había dicho. Y odiaba aún más admitir que una pequeña parte de él lo seguía esperando. Tanto así que cada día esperaba que alguien llegara nadando a decir que hay una invasión pirata.

Al mismo tiempo sabía que no podía culparlo. Debía hacerse cargo de Miya y era obvio que su hijo sería más importante que nada.

Las sirvientas le prepararon todo lo que necesitaba para relajarse. La bañera de algas, una mascarilla de lodo y caracoles para su cabello.

Se recostó en ella. Sus ayudantes se apresuraron a tomar sus manos y hacerle la manicura.

Eso era vida.

No tardó mucho tiempo en quedarse dormido.

–Kaoru–.

–Majestad–.

–¡KAORU!– lo sacudió Ainosuke.

–¿Qué pasó?– despertó.

–Los guardias capturaron a un sospechoso de invasión–.

Abrió los ojos como platos. Se arregló con rapidez y nadó junto a su esposo a la sala de trono. Tomó una fuerte inhalación y se mentalizó.

"Político y fuerte" se repetía en su cabeza.

Ambos hicieron su aparición.

De repente sintió como si una corriente en dirección contraria lo golpeara. No pudo evitar quedarse congelado al verlo. Era imposible.

–¿Miya?–.





























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Jelou, esta es la segunda temporada de El Rey Tritón.

Las actualizaciones serán cada sábado y jueves

Espero la disfruten

Los loveo <3

Y nos leemos pronto ;3

El Pequeño TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora