La Superficie

247 40 0
                                    

–¿¡Ainosuke no está!?– gritó Kaoru.

–Salió esta mañana, dijo que debía ordenar algunos pensamientos– dijo un Tadashi notoriamente molesto –Espero que ya esté feliz– le acercó un pedazo de roca –Este es su itinerario de hoy–.

–Pero Suke iba a ayudarme con Miya. No veo aquí ese espacio–.

Soltó un gruñido –Si quiere tiempo para ese niño, acabe esto rápido– insistió –Le recuerdo, es el rey, no su madre–.

–¿Enserio estás molesto solo porque rechace a quien claramente te atrae?–.

–No actúe como si me haya hecho un favor– frunció el ceño –No le debo nada. Lo que hizo fue incorrecto. Majestad Shindo es su marido, no el idiota musculoso–.

–No hables así de Kojiro– contestó.

–Y usted deje de actuar como un niño caprichoso. Entienda su lugar de una vez por todas– le dio la espalda –La comida es a las 5, no llegue tarde o se enfriará–.

Soltó un pesado suspiro.

–¿Sabes al menos a dónde fue?–.

–Seguramente con su hermana– se fue.

Miró a su alrededor. No podía creer que eso estuviera pasando.

Él y Ainosuke no habían peleado antes, era algo nuevo. Pero ¿Cómo procesar todo? Había enamorado a su mejor amigo por accidente. Y si había ido con Kiriko, estaba enserio muerto.

–Ey– sintió unos brazos alrededor de su cintura.

Forzó una sonrisa –Hola, Kojiro–.

–¿Todo está bien?– lo miró preocupado.

–Ainosuke se fue– murmuró –Ayer él... Me dijo cosas raras– dijo.

–¿Se te confesó?–.

–¿¡Tú lo sabías!?– soltó.

–Era algo obvio– se encogió de hombros.

–Ugh– se deslizó contra la pared –Ahora sí lo arruiné– se hizo bolita –Y no sé como ayudar a Miya en canto–.

–Seguro eres buen maestro– se sentó a su lado.

–Para nada– bufó –Ainosuke es el que tiene ese don. Incluso se me dificulta con herederos–.

–¿Y no hay alguien más que pueda enseñarle?–.

–¿Sin que se vea sospechoso? No creo– respondió. De repente dio un pequeño salto –Bueno... ¿Pero qué digo? Es ridículo– rio.

–¿Qué cosa?–.

–Bueno– jugó nervioso con su cabello –Hay alguien–.

No se dieron cuenta en que momento habían llegado con Oka.

El brujo debía admitir que estaba sorprendido de ver al tritón de nuevo ¡Y mucho menos con Kojiro y Miya!

Kaoru ya había olvidado lo que se sentía tener piernas.

–¿Son las mismas de la otra vez?– las acarició.

–Así es– dijo orgulloso el castaño.

–Wow– se levantó y dio unos pasos –¡Es asombroso!– dio un giro acompañado con unos saltitos.

–¡Dios! Ponte ropa aunque sea– tapó Miya sus ojos.

–Lo siento– se sonrojó y ocultó.

–Tengo un vestido que puedo prestarte– dijo Oka.

–¿Por qué?– arqueó Kojiro una ceja.

–¿Acaso crees que eres solo tú atraes a las chicas?– lo miró coqueto.

–Sería encantador que me lo prestaras– habló Kaoru.

–Sígueme– se lo llevó.

Los otros dos ya eran humanos de nuevo.

El pelirrosa volvió minutos después ya peinado y vestido.

Los ojos de Kojiro se iluminaron de manera automática. Se veía justo como el día en que se enamoró de él. Ellos no tuvieron dificultades con su ropa, ya que la habían dejado con Oka cuando se convirtieron en tritones.

Salieron de la cueva.

Kaoru entrecerró los ojos.

–El sol sigue brillando mucho– murmuró.

–¡Cierto! Tu piel– dijo Kojiro mientras se apresuraba a taparlo.

–Relájate– rio –No me quemaré por estar unos minutos en el sol–.

Los minutos se volvieron horas. Kaoru estaba emocionado por volver a tocar el suelo. Eso involucró saludar a todos sus viejos amigos.

Lo miraban sorprendidos. Sin embargo, lo recibieron con los brazos abiertos.

Llegaron a la casa.

La mano de Kaoru temblaba.

¿Qué le diría? Había pasado ya mucho tiempo.

Kojiro lo hizo.

–¡Joe!– le sonrió Reki y lo abrazó –Llegaste a salvo– miró al menor –Miya– lo sostuvo con fuerza –¡NO VUELVAS A IRTE ASÍ! Nos tenías preocupados a todos– lo regañó.

–Lo siento– masculló.

Levantó la mirada. Se quedó helado.

–Langa– llamó a su novio.

El peli celeste se asomó.

Sus ojos se humedecieron al instante.

–¿Hermano?–.

El Pequeño TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora