Herederos

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El pelinegro se encontraba sorprendido al ver el variado grupo de tritones y sirenas presentes. Eran veinte por lo mínimo.

Todos se sentaron al momento de ver a Kaoru entrar.

Miró a todos con detenimiento. Lucían de familias importantes, o al menos adineradas.

–Buenos días, majestad– dijeron todos al unísono.

–Buenos días, niños– les sonrió –Cariño, puedes sentarte en ese asiento vacío de allá– le dijo a Miya.

El niño tragó saliva y asintió.

Nunca había ido a la escuela. Su padre apenas podía completar para darle de comer y de su madre, ni hablar. Lo poco que sabía era por la familia de Reki y algunos mercaderes del pueblo. Además, jamás convivió con tantos niños. Él y Koyomi eran los únicos chicos de la misma edad en Sia la Luce.

–Creí que ya no habrían nuevos prospectos– habló el tritón junto al que se sentó.

–Miya es un invitado, Takashi– respondió Kaoru –Por favor, quiero que todos se porten bien con él–.

–Sí, majestad–.

Sintió un escalofrío ¿Era normal que hablaran de manera casi perfecta al mismo tiempo?

–De acuerdo, continuemos con nuestra lección anterior– les dio la espalda para anotar en un pizarrón.

–¡Ey!– le susurró una sirena –Hola, soy Kasai ¿Tú cómo te llamas?–.

–Emm, soy Miya– respondió.

–Eres muy lindo. Cuando sea reina ¿Te gustaría casarte conmigo?–.

–¿¡Uh!?– se sobresaltó.

–La mayoría de niñas aquí ya decidieron con quien se van a casar si es que las eligen. Pero sabía que era una buena idea esperarme– lo miró coqueta.

Se sonrojó –Y-yo... No creo...

–¿Quieren callarse?– los miró Takashi –Hay tritones aquí que sí les interesa reinar–.

–Tú solo estás amargado por que te rechacé– le sacó la lengua.

–¿Algo interesante pasa allá atrás?– interrumpió el monarca su conversación.

Miya bajó la mirada avergonzado.

–Takashi– insistió el mayor.

–Lo siento mucho, majestad– respondió –Es solo que el chico nuevo causa distracciones a las chicas–.

Soltó una risita –Interesante información ¿Qué tal si para cambiar de tema no nos cuentas lo que has investigado de los humanos?–.

–Pero claro– formó una sonrisa engreída y nadó al frente –Son criaturas asquerosas, pero eso ustedes ya lo saben– rio –Mi padre, el jefe de la guardia real, me ha contado leyendas sobre ellos. Incluso estuvo presente en la última guerra. En la que lo rescataron, majestad– miró al pelirrosa –¡Usan armas de fuego! Uno incluso tenía el cabello del color del diablo–.

–Al menos consigue fuentes confiables– gruñó Miya en voz baja.

–¿Disculpa?– frunció Takashi el ceño –¿Dijiste algo?– se acercó a él.

–Yo sólo– empezó a tartamudear.

–Dime una fuente más confiable que alguien que ha luchado contra ellos–.

–No lo sé ¿Un humano?–.

Todos se sobresaltaron.

–Miya– lo miró Kaoru.

–Solo quiero decir, es muy fácil juzgar sin conocer. No creo que sean tan malos– frunció el ceño.

–¡Intentaron matarnos hace años!– contestó Takashi.

–Exacto, hace años. Lo más probable es que ya hayan cambiado– miró a los demás –¿No sería asombroso al fin poder vivir sin miedo? Imagínense. Nadar a la superficie y saludar a los piratas. Nadar a los pueblos e intercambiar bienes– sonrió –Tan solo imagínense a una sirena y un humano enamorándose–.

–¡MIYA!– gritó el rey.

–¡Pero que estupidez!– soltó el castaño –Todos saben que los humanos no tienen sentimientos ¿Cierto, majestad?–.

–Estás en lo correcto, joven Takashi– interrumpió una voz femenina la respuesta del pelirrosa –Los humanos son unos monstruos sin corazón–.

–Kiriko– gruñó –¿Qué haces aquí?–.

–Quise venir a visitar a mi hermanito menor– respondió –Pregunté por ti y me comentó que estabas en tus clase ¡Y vaya clase a la que llegué! ¿Sabían que YO soy una experta en los humanos?– miró a los jóvenes.

–¡Ja! Quisieras– se burló Kaoru.

La sirena hizo una mueca.

–¿Y se supone que sabes más tú? Kaoru, fuiste secuestrado ¿Enserio planeas defenderlos?–.

–Lo único que diré es que considero que está mal generalizar ¿Qué caso tiene ver las cosas en blanco y negro? Todos somos grises, a fin de cuentas–.

Miya sintió un escalofrío.

–Oye, Kasai ¿Quién es ella?– preguntó.

–¿No la conoces? ¿Pues de dónde eres?–.

–Muy lejos de aquí, por favor, dime–.

–Es Kiriko Kamata, reina de los tiburones y hermana mayor del rey Ainosuke. Ella y Kaoru nunca se han llevado bien– explicó.

–Veo que tenemos una cara nueva– habló la mayor mientras se acercaba a Miya.

El corazón del niño y el de rey empezaron a acelerarse.

Kiriko acarició el rostro del pelinegro y lo miró fijamente.

–¿No te conozco?– le preguntó.

–N-no lo creo– respondió con miedo.

–Mmm que raro, no suelo confundir rostros– se encogió de hombros –Como sea, veo que los tienes bien controlados– se dirigió a Kaoru –Incluso es fácil notar quienes son lo más capaces– sonrió a Takashi.

–Por desgracia seré yo y no tú la que elija a mi sucesor– forzó el tritón una sonrisa.

–Tú y mi hermano– le recordó –Estoy segura de que a su lado tomarán la decisión correcta 6¡Y al fin el mar estará limpio otra vez!– anunció –Como sea, lo veré luego, majestad. Takashi, continúa con el buen trabajo– le guiñó el ojo.

El castaño sonrió. Sin embargo, su sonrisa se esfumó al sentir la mirada de Kaoru sobre él.

Decir que Takashi no le agradaba era muy poco. Detestaba a ese niño, pero era el favorito de Kiriko. Lo cual significaba que no dejaría de lavarle el cerebro a Ainosuke hasta que él también lo adorará.

No lo permitiría. Esa mujer ya había arruinado su vida suficientes veces. No la dejaría también arruinar su reino.

El Pequeño TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora