Distancia

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Cuando despertó, Kaoru ya no estaba a su lado

Soltó un pesado suspiro y se levantó de la cama.

Se encontró con él en el comedor, aunque este ya iba de salida.

–Buenos días–.

–Buenos días– dijo para irse al instante.

El corazón del peliazul se encogió al instante ¿Enserio planeaba evitarlo?

Mientras tanto, Kaoru se esforzaba para retener sus lágrimas. Le dolía ver a su esposo en esos momentos. Lo que le había dicho la noche anterior enserio lo había herido.

No quería ni pensar en que debería separarse de Kojiro y Miya por una segunda vez.

–Kaoru– le sonrió el pirata, pero lo pasó de largo.

Por primera vez en meses no tuvo ningún conflicto con Tadashi con respecto a sus horarios. Incluso llegó a tiempo a su clase con los herederos. Clase en la que apenas miró a Miya.

Todos podían notar que su rostro se encontraba apagado a comparación de días anteriores, pero nadie quería decir nada.

–Como sabrán– habló –El baile de San Valentín será la próxima semana. El coro se escucha bellísimo. Estoy seguro de que su majestad, Kiriko Kamata quedará encantada con todos ustedes– murmuró –Miya, Ainosuke y yo lo discutimos anoche, durante el baile también celebraremos tu cumpleaños y –se formó un nudo en su garganta –También será tu fiesta de despedida–.

–¡SI!– soltó Takashi.

–¿¡Qué!?– gritaron las sirenas.

–Eso no se puede, se supone que será mi esposo– chilló Kasai.

–Cherry– se le cristalizaron los ojos al niño.

–Háblalo con tu padre, por favor– ordenó el mayor –Como sea, muchas gracias por su presencia el día de hoy– forzó una sonrisa –Pueden retirarse–.

–Gracias, majestad– se levantaron todos.

–Majestad– se apresuró a acercarse Kasai –¿Se encuentra bien hoy?– le preguntó.

–Pero claro– mintió –¿Por qué no lo estaría?– resbaló una lágrima por su mejilla –Debo retirarme– empezó a nadar en dirección contraria.

–¡Cherry!– lo siguió Miya –¿Qué pasó? ¿Hice algo mal?–.

El mayor se paró en seco –No hiciste nada– lo miró –Solo perdí otra vez. Así son las cosas– se forzó a reír –Necesito estar solo– se fue.

El pelinegro apretó los puños y frunció el ceño. No permitiría que los mismos tritones de antes arruinaran su vida de nuevo.

Nadó hasta encontrarse con Ainosuke.

Se puso frente a él.

–¿¡QUÉ LE DIJISTE!?– gritó.

–¿De qué hablas?– se alejó.

–A Cherry ¿Irme después del baile?– chilló –¡ME PROMETIÓ ESTAR CONMIGO AL MENOS HASTA MI CUMPLEAÑOS!–.

–Lo hago por el bien de todos aquí– intentó sacarle la vuelta.

–¿El bien de todos? Solo lo haces porque estás enamorado de él y no toleras que él quiera a mi papá– contestó.

–¡Miya, los humanos están prohibidos aquí!–.

Se congeló.

–¿Lo sabes?–.

–Hice que Kaoru me lo dijera todo ayer– se cruzó de brazos –Y felicidades, todos ustedes me vieron la cara de idiota. Deben de sentirse orgullosos–.

–Ainosuke...

–¿Tú qué me vas a decir? Hiciste que me encariñara contigo a base de engaños. Dime, Miya ¿Te acercaste a mí para vigilar que no intentara nada con Kaoru o por que él te pidió hacerlo para que dejara de sospechar de ti?–.

–No fue así. Nuestros juegos y convivencia fueron reales–.

Bufó –Sí, claro– giró los ojos.

–Es enserio– insistió –Ainosuke... ¡Adam!–.

–¡No me llames así! No puedo creer que compartí eso contigo– gruñó –Mejor ya no me hables por el tiempo que te queda aquí–.

El menor iba a responder, pero fue interrumpido por Tadashi.

–Señor Shindo, tiene una inauguración en media hora–.

–Pero qué oportuno, Tada– le sonrió y fue con él.

Miya se quedó quieto en medio del salón. No esperaba que el rechazo de Ainosuke fuera enserio a dolerle. No se había dado cuenta de que se había convertido en su amigo.

Quería evitar que las lágrimas salieran. Pero se estaba volviendo muy difícil.

–Bueno, parece que al fin todo volverá a ser como antes– escuchó una voz a sus espaldas.

–¿Qué haces tú aquí?– gruñó.

–Los aprendices podemos pasear por el palacio cuando queramos– lo abrazó Takashi por los hombros –Es lindo saber que pronto se te irá esa privilegio. Ya era hora de que su majestad se diera cuenta que no estabas hecho para esto–.

–Déjame en paz– se zafó.

–Oye, amigo, debes aprender a aceptar la derrota–.

–No soy tu amigo– le lanzó una mirada asesina –Y tampoco estoy de humor para aguantarte ahora–.

–Ugh, actúas como un humano. Mi papá dice que son seres patéticos y llorones. Ey, con razón los defiendes tanto. Sabes que no encajas aquí– se burló –Pero tampoco lo harías entre ellos. Eres como un pequeño fenómeno– lo rodeó –Dime, Miya ¿Siquiera perteneces a este mundo?–.

–¡Te dije que me dejes en paz!– gritó.

–¿Y si no qué?–.

Le soltó un puñetazo.

El Pequeño TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora