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Ambos se conocían desde la infancia, Sam era un chico dulce y tierno pero desde que su padre se fue de la casa era otro chico, como si fuera una persona totalmente diferente.
Su personalidad no era la misma, siempre era frío y distante ya veces un poco sádico. Sim embargo Sam siempre intenta que sepas lo mucho que se preocupaba por ti, eras alguien importante para el.
Agradeciste mentalmente oir la campana sonar, por fin el almuerzo caminaste a la cafetería con una sonrisa que se borró instantáneamente al no sentir un billete de tu bolsillo.
Agracias a tu torpeza ahora te encontrabas sentada junto a Sam, ese era un mal día para haber salido de gimnasia.
—¿Me das un poco de tu jugo?— preguntaste viendo de reojo su jugo de naranja.
El simplemente negó — Es mío.—lo tomo entre sus manos para beberlo gustosamente.
Al pasar de los minutos se levanto dejando el jugo a tu lado, en realidad el no había bebido nada.
—Puedes tomarlo, ya no lo quiero.— mintió y tu lo tomarías con una sonrisa alegré.
—¡Gracias!— sonreiste y el se dio media vuelta ocultando la gran sonrisa que había en sus labios.
