Diciembre

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- «Usted me ha hechizado en cuerpo y alma» - fueron las últimas palabras que Harry escuchó antes de caer dormido en los brazos de Louis.

La noche no tardó en envolver la pequeña librería, Louis aún tumbado sobre los mullidos cojines mientras acariciaba los rizos del joven abrazado a él, respirando pesadamente tratando de no rendirse ante el sueño que sentía. La luz cálida de las hermosas lámparas iluminaba la acogedora estancia muy levemente, tan solo una luz amarilla que intensificaba el color dorado de los tomos en las estanterías, que deslumbraba reflejándose en el oscuro del cabello de Harry, que permitió a Louis ver cómo el señor Daunt se acercaba a ellos sigilosamente.

- Joven - susurró para no despertar al rizado - Debo cerrar la librería, se ha hecho tarde.

- Oh, lo siento, no sabía que hora era, despertaré a Harry y nos iremos.

El hombre asintió en acuerdo, dibujando una leve sonrisa en su rostro que acompañó con una mirada llena de sentimiento, melancólica, que sufría pero a la vez algo la mantenía viva. Un brillo de esperanza que se reflejaba en sus ojos.

- Te pareces a ella - murmuró sin moverse de su lugar -, tenéis la misma sonrisa.

- ¿Félicité?

- Decía que te costaba sonreír, pero puedo asegurar que durante la tarde tu expresión se ha mantenido igual de brillante - el señor Daunt se giró en dirección a la escalera, dando la espalda a Louis pero hablando antes de comenzar a bajar los sonoros escalones - Cuando yo era joven, la imagen frente a mi sería portada de todos los periódicos.

- ¿A qué se refiere?

- No pretenda no saber aquello que es obvio, joven Tomlinson - aún el sonido de sus pies, golpeando levemente las escaleras y haciéndolas crujir, opacara sus últimas palabras, estas llegaron con claridad a los oídos de Louis -, el amor entre dos hombres siempre ha sido condenado.

Tras aquel día, ambos chicos comenzaron a frecuentar la pequeña librería. El señor Daunt los recibía con una astuta sonrisa cada tarde que aparecían, quedándose mirando a Louis mientras este obligaba a Harry a subir con rapidez a la cálida zona de lectura, posando sus azules ojos en la expresión tranquila del hombre cuando pasaban junto a él. Las palabras de Orgullo y prejuicio eran el único sonido del establecimiento, decoradas con la dulce y suave voz de Louis, quien leía recostado en los cojines con sus brazos envolviendo el pequeño cuerpo de Harry. El rizado escuchaba con atención, soltaba pequeños quejidos cada que Elizabeth sufría, reía tímidamente con las cursis declaraciones de ambos protagonistas, sonrojándose cuando Louis lo miraba curioso deteniendo la lectura, apretaba con fuerza las ropas del castaño en las escenas de más tensión y las soltaba con un gran suspiro cuando estas se solucionaban. Al final de la tarde, Harry dormía con la cabeza apoyada en el hombro de Louis hasta que el señor Daunt anunciaba la hora de cierre.

Ninguno decía nada a nadie sobre las tardes que ambos desaparecían de la residencia, sobre a donde o con quien iban, mucho menos de la existencia de aquella librería. Sin necesidad de palabras, solo con miradas, ambos entendieron que ese era su pequeño secreto.

Llegaron las vacaciones de Navidad cuando sus visitas a la librería cumplieron una semana y media, y con ellas Louis anunció, mientras acariciaba tranquilamente los rizos de Harry, que no podría volver a acompañarlo. Un puesto de trabajo había quedado vacío, un puesto que él necesitaba si quería continuar estudiando. A pesar de que el dinero no faltara en su hogar, decía no querer aceptar nada proveniente del bolsillo de Simon. Harry recibió la noticia con una gran sonrisa, alegrándose por aquella oportunidad y alegando que él seguiría visitando al señor Daunt, leyendo en aquellos cojines cálidos e imaginando distintas historias en su revoltosa cabeza.

Holding Your HandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora