III

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—¿te vas adaptando, chica?—

—Bastante bien, aún se me hace raro que aquí la gente comienza a cantar en cualquier lado.—María rió a gusto con aquello.

—Pues sí, a eso deberás acostumbrarte.—

Emilia terminaba de acomodar en el mostrador algunos pastelitos, cuando escuchó la campanita de la entrada sonar.
La chica sonrió hacia la puerta, extrañándose al no ver a nadie.

~Acá abajo.~

La chica se inclinó sobre el mostrador, encontrándose con un pequeño niño.

—Buenos días, hombrecito.—le sonrió—. ¿qué necesitabas?—

~... Mirabel tenía razón.~

A Emilia casi le da un infarto cuando aquel pequeño adorable se convirtió en un chico de su edad.

—Ay, por dios...—se llevó la mano al pecho—. Debes ser un Madrigal ¿verdad?—

—Seh, el gran Camilo.—se apoyó sobre el mostrador, sonriendo con confianza—. Un placer conocerte.—

Emilia sonrió algo más calmada, mirándolo con cierta fascinación.

—¿cambias de forma?—

—Obviamente.—

—¿de cualquier persona?—

—Sip.—

—¿mujer u hombre?—

—Lo que sea.—

A Camilo le pareció adorable como la chica lo miraba con tanta admiración.

—¡eso es asombroso!—Emilia se avergonzó de inmediato al ver como el chico agrandaba su sonrisa—. Ay, perdona. Me... me dejé llevar... ¿qué necesitabas? ¿algo para el desayuno o para el almuerzo?—

—Mirabel me contó que estaban haciendo un nuevo platillo ¿puede ser?—

—Ah, sí. Pero aún no lo terminamos, estamos probando diferentes sabores. Falta un buen tiempo para que esté listo.—

—Que mal, quería probarlo...—

Emilia lo miró pensativa antes de indicarle que esperara un momento.

—No debería mostrarte esto pero... será nuestro secreto.—Camilo sonrió apenas la chica se llevó un dedo a los labios.

El Madrigal miró con curiosidad aquel pote de vidrio que Emilia dejaba en el mostrador.

—Ésta pasta es de chocolate y avellanas, será el relleno de nuestro nuevo platillo.—tomó una cucharita y sacó un poco, se lo ofreció a Camilo—. Dime qué te parece.—

Cuando el de cabello rizado probó aquello, sintió una fiesta en su boca. Estaba delicioso.
Emilia notó cuánto le gustó, pues cambió de forma una y otra vez hasta que volvió a su apariencia original y le sonrió emocionado.

—¡esto está riquísimo!—le tendió la cuchara—. ¿me das un poquito más?—

La chica rió al ver como hacía un pequeño puchero.

—Bueno, sólo porque me caíste bien...—

Tomó un frasco de mermelada vacío y lo llenó de aquella pasta, para luego dárselo al chico.

—¡gracias!—

—No es nada, pero será mejor que lo escondas. Si María se entera...—

—¿si me entero de qué?—Emilia dio un respingo al ver que la mujer entraba al local.

~° Tu Encanto - Camilo MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora