VI

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Acabo de volver del cine y sí, vi la peli de nuevo. Y sí... Mi obsesión con Camilo es peor.

~•~

—Duende 1, duende 2... Vengan a comer.—

Un par de niños totalmente idénticos se sentó a la mesa. Un niño y una niña, siendo aquella característica la única razón por la que se los podría llegar a diferenciar.
Emilia, una niña risueña, inquieta, llena de curiosidad. Por otro lado Emiliano, bastante maduro para su corta edad de 13 años, serio y muy preocupado por la seguridad de su familia.
Eran muy opuestos, pero se complementaban por completo.

Se amaban, cosa que era de esperarse al ser gemelos.

Fue por eso que aquella noche, cuando esa gente vino a usurpar sus tierras, sufrieron en piel y carne su ausencia.
Pero más sufrió Emilia, pues fue la que sobrevivió y tuvo el recuerdo de su hermano siempre en mente.

~Vive, Emilia... Vive y nunca tengas miedo.~

~•~

Emilia se despertó de golpe, hacía mucho tiempo no soñaba con esa noche.
La casa en llamas, ella y Emiliano atrapados... Él sacrificándose para que ella pudiese salir a salvo...

—Nunca son cosas bonitas...—suspiró con tristeza antes de levantarse.

La chica desayunó liviano y salió de la casa, preocupándose al ver el cielo completamente nublado.

—¿doña Pepa amaneció de mal humor?—Emilia se acercó a María, quien estaba en la entrada de la panadería apenas por abrir.

—¿no oíste los rumores?—

—No soy una chismosa.—

—La magia agoniza, los Madrigal son un caos.—María abrió la entrada de la tienda, dejando pasar a la niña primero—. El pueblo tiene miedo.—

—¿de qué? ¿de que Isabela ya no haga florcitas para sus jardines?—

—Es mucho más que eso... Su magia está arraigada en las tierras del pueblo... Si el Milagro agoniza, nuestra tierra también.—

Aquello preocupó a Emilia, pues no sabía que la magia iba más allá de los Madrigal y Casita.

—¡Emi!—

Un Camilo totalmente agotado entró a la panadería, mutando en tantas personas diferentes que Emilia no pudo seguir el ritmo de cuántas fueron.

—Oye, ven aquí.—Emilia lo llamó con un vago gesto de mano.

—Empezaré con la masa, puedes hablar un ratito con él ¿si?—

Emilia agradeció ese tiempito que María le dio.

—¿sabes dónde está Mirabel?—Camilo miró como un zombie a la chica.

La chica lo guió hacia un sofá junto al mostrador, indicándole que se sentara.

—No, no la he visto.—aprovechó la distracción del chico y calentó en un segundo la tetera—. ¿qué pasó?—

Mientras Camilo le contaba el desastre de la noche anterior, Emilia le preparó un té de hierbas.

—¿tú crees que fue culpa de Mirabel?—el chico recibió la taza que Emilia le tendió—. Porque esa visión... Era ella.—

~No interfieras.~

La advertencia de aquella deidad apareció en la mente de la chica, quien rápidamente evaluó lo que diría.

—Lo que sea que haya pasado... Mirabel podrá arreglarlo. Ten un poco de fe en ella.—

~° Tu Encanto - Camilo MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora