VIII

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—Parece feliz ayudando a Luisa... Es buena señal.—

Camilo y Emilia se encargaban de reparar el camino hacia Casita, mirando cada tanto qué hacían los padres de la chica.
Fermín había accedido a ayudar en la reconstrucción de Casita, y mientras tanto pensaría en la propuesta de su hija.
Desde entonces el par de chicos miraba cada cosa que los González hacían, emocionándose cuando reían a gusto con los demás pueblerinos.

—Igual, armemos un plan B por si las dudas... Antonio dijo que podías vivir en su cuarto, es el más grande y a ti te gustó ¿no?—Emilia negó divertida.

—Ya te dije que no pienso dejar a mis papás.—el chico bufó.

—¿te quedarás con tus papis para siempre?—se burló.

—No siempre, solo hasta que, no sé, tenga una razón válida para irme.—se encogió de hombros—. Cuando me enamore, quiera casarme y formar mi propia famila, supongo.—

Camilo se avergonzó sin saber muy bien porqué, mirando como la chica humedecia la tierra con sus manos e incrustaba unas piedras en el camino.

—... ¿no dijiste que nunca te casarías?—

—No por obligación, pero sí cuando encuentre a una persona que ame.—finalmente lo miró, con un leve sonrojo en las mejillas—. ¿y tú? ¿piensas casarte?—

—Si encuentro a una persona que ame...—

Emilia sonrió, sacudiendo el polvo de sus manos.

—Bueno, solo queda esperar a que eso pase entonces.—

~•~

—¿qué te dijo?—

Camilo miraba ansioso a la chica del otro lado del mostrador.
Después de arreglar la Casita y restaurar el Milagro, la familia González se retiró a su casa. Emilia le había dicho al cambiaformas que en la mañana le contaría la decisión de su padre. Fue por eso que María nisiquiera terminó de abrir la puerta cuando ya tenía a Camilo en el mostrador.

—¡No me dejes con la duda!—Emilia miró con una sonrisa al chico, antes de extenderle un papel—. ¿y esto?—

—Mi cafetería, mira.—señaló el plano—. Aquí habrá mesas, pero en el patio trasero también. Venderemos platos de María, será una... colaboración.—

—... No entiendo qué estás tratando de decirme.—

—Si que eres lento, tonto. Voy a quedarme, y abriremos una cafetería. Yo la administraré.—Emilia sonrió—. Mamá dice que soy pequeña pero papá me ayudará, ¿tú qué dices?—

—Te quedarás... ¡sí te quedarás!—

La chica se dio un pequeño susto cuando Camilo tomó la forma de un niño pequeño y brincó sobre el mostrador, abrazándola con fuerzas.

—Oye, eres todo un artista. No es para tanto.—Emilia rió bajito.

—¿no es para tanto? Fue por mi culpa que mostraste tus poderes, si llegabas a irte por eso...—suspiró—. Como sea, te ayudaré en lo que necesites para hacer tu cafetería.—

—Gracias, Camilo...—

El chico apartó la mirada apenado al ver que Emilia lo miraba con una sonrisa.

—¿tienes...—carraspeó—... un nombre?—

La chica comenzó a acomodar el mostrador, ofreciéndole al Madrigal un pastelito.

—Emiliano y yo solíamos jugar a tener nuestra propia tienda cuando éramos chiquitos... les servíamos a nuestros papás café imaginario en tacitas de plástico...—sonrió mirando a Camilo—. "El café de Emi".—

~° Tu Encanto - Camilo MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora