A mi me descuidas y te hago un libro nuevo.
Si me conocen, ya saben que mis historias son de calidad y hechas con todo el amor posible. Y si no, pasen a chusmear. Los espero!
Fermín miraba sorprendido como su hija se movía de un lado al otro de la tienda, regando las flores que decoraban los rincones. Una leve melodía proveniente de la calle la hacía moverse a su ritmo, hasta incluso invitó a su padre a bailar con ella.
—¿tu té tenía algo raro, mija?—el hombre rió apenas la chica lo hizo dar una vuelta.
—Es el poder del amor, pa.—
—... ¿amor de quién?—
La puerta de la tienda se abrió de golpe, dejando ver a un Camilo sonriente.
—... Es idea mía... ¿o parece brillar?—Fermin miró a su esposa, quien rió divertida.
—Ya, amor mío... Vamos que tenemos que trabajar.—
Tras unas rápidas despedidas, los señores González se retiraron de la tienda.
—Buenos días, pre-esposa.—Camilo se sentó frente a la barra, recostando la mejilla en su mano—. ¿cómo va el negocio?—
—Ni siquiera he abierto, pre-esposo.—Emilia rió bajito—. Faltan 20 minutos para abrir la tienda ¿quieres desayunar conmigo? María trajo pan calentito.—
—Vine con el estómago vacío jusssto para eso.—
La chica señaló el menú en la pared.
—Elige entonces.—
—Mmm... ¿té de frutas?—
Emilia abrió la cajonera del rincón, donde decenas de saquitos de té estaban perfectamente acomodados.
—El de frutas es el más difícil de hacer.—tomó una taza amarilla y puso el saquito—. Tenemos que cultivar la fruta, luego dejarla secar y mezclarla con algunas otras hojas aromáticas.—
—Pero tú tienes magia, no debe ser complicado.—
—... Unos 10 minutos.—Emilia sonrió antes de tomar la tetera y calentarla con las manos—. Podría crear yo misma el agua caliente, pero mamá dice que no se ve bien... Ya sabes, no todos tomarían algo que salió de los dedos de otra persona.—
—Yo sí.—Camilo se extrañó al ver que la chica tomaba un pincel y algo de pintura—. ¿Qué haces?—
La chica garabateó algo en la taza y con una pequeña rafaga de viento lo secó.
—Tará~, tu taza.—le extendió el pocillo.
El nombre perfectamente escrito de Camilo adornaba la parte superior de la taza, mientras que un pequeño camaleón se encontraba abajo.
—Oh, me olvidé de algo.—garabateó un corazoncito junto al nombre—. Ahora sí.—
—... ¿puedo llevármela?—
—Nop, se queda en la tienda.—Emilia virtió el agua caliente en la taza—. Quiero que todos los que vengan tengan su taza, así .—
—Pero es adorable...—
La chica dejó una canasta de pan calentito en la mesa y se preparo un té, sentándose del otro lado de la barra.
—Buen provecho.—
Comenzaron a comer en silencio, hasta que Emilia le preguntó por la picadura.
—¿te sientes mejor? Anoche te desmayaste por completo.—
—Ah, sí... Le dije a mamá que quiero comenzar a usar zapatos... ¿de qué te ríes?—Emilia negó entre risas.
—Pobres tus chanclas...—
Camilo no tardó en reírse junto a ella.
—Al menos me alegra que me haya picado a mi y no a ti.—
—Pues a mi eso no me consuela demasiado.—Emilia quitó unas miguitas de pan de su mejilla—. No quiero verte herido...—
El chico otra vez lo sintió, ese lindo sentimiento que llenaba su ser cada vez que la chica se preocupaba por él.
¿esto es lo que se siente al estar enamorado?
—Quiero... quiero que esta noche vengas a cenar a casa.—soltó algo nervioso, tomando la taza con ambas manos—. Así damos la noticia a la familia.—
La chica lo miró confundida.
—¿qué noticia? ¿lo del pre-casamiento?—Camilo no entendía porque rió con aquello—. No hay que anunciar nada todavía, Cami... Esto no es como lo de Isabela y Mariano, no nos casaremos la semana próxima... Es muuuuy pronto.—
Eso molestó un poco al joven Madrigal, quien a esas alturas se estaba emocionando demasiado con todo el tema de ser pareja de la chica.
—Pero aún así...—
—Iré a cenar si quieres.—la campanilla que indicaba que un cliente había llegado llamó su atención—. Pero no creo que debamos hacer un anuncio ni nada de eso todavía.—
Emilia le brindó una cálida caricia antes de acomodar un mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja. Aquel lindo gesto que en otras circunstancias abría vuelto loco al chico, ahora no lo estaba registrando.
¿por qué ella no quería contarle a todos que se querían? ¿es que realmente no quería casarse con él?
Camilo miró aquella pulsera en su mano y suspiró. Ella lo quería, no debía dudar de eso...
Pero tal vez...
~•~
—¿que tú quieres qué?—
—Que tengas una visión sobre Emi y yo, tío Bruno.—
El único varón de los trillizos Madrigal miraba preocupado como su sobrino se movía de un lado a otro en la puerta de su cuarto. Estaba ansioso.
—Creo que a éstas alturas sabes mejor que nadie que mis visiones no son algo que tomar a la ligera, niño... ¿lo olvidas? "No se habla de Bruno".—
—Olvida todo eso, tío... De verdad necesito saber si Emi y yo tendremos un lindo futuro juntos.—
—Eres muy joven para preocuparte por esas cosas.—
Camilo insistió tanto que terminó ganándole por cansancio al hombre de las ratas. Pero esa felicidad le duró poco.
"tu relación con la joven González no será longeva, Camilo... Y todo es por tu culpa"
El chico miraba preocupado como aquella visión que su tío le entregó cambiaba al igual que la de Mirabel. Por un lado Emilia lo abrazaba con fuerzas pero por el otro ella dejaba Casita entre lágrimas.
—Antes de que me digas algo, te lo dije. Nada bueno podía salir de esto.—exclamó Bruno antes de darle unos empujoncitos a su sobrino y sacarlo de su cuarto—. Ahora averigua cómo solucionarlo... Si es que de verdad quieres a la chica.—
Camilo se dirigió a su cuarto, tenía que pensar muy bien qué diablos haría a continuación.
—Debo arreglar eso que arruinaré... Aunque ni siquiera sepa qué diablos es lo que arruinaré.—suspiró nervioso—. Si, puedo hacerlo... Creo.—
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.