XVII

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—Deja de temblar.—

—No lo hago.—

—Sí, lo haces.—

Bruno intentaba sin mucho éxito calmar a su sobrino, quien cambiaba una y otra vez de forma.

—Hijo, cálmate.—Félix lo tomó de los hombros—. Tu madre esta rondando el lugar y si llega a ver que algo anda mal tendremos boda en un huracán de nuevo.—

—Y esta vez no será mi culpa.—intervino Bruno.

Camilo suspiró lentamente, intentando calmar sus nervios.

—Bien, nada de huracanes, nada de nervios... Estaremos bien.—

Mirabel entró al pequeño cuarto avisando que ya era hora, no tardó en reconfortar a su primo.

—¿crees que saldrá bien?—Camilo miró asustado a la de gafas, quien acomodaba su cabello.

—Por supuesto que sí, será perfecto.—presionó sus hombros con cariño—. Saldrás ahí, dirás que sí y éste será el mejor... día... de tu vida.—

El chico sonrió relajado, asintiendo con confianza.

—Gracias, Mira...—

La chica le sonrió una última vez antes de indicarle que debía salir.

—Recuerda: te quedarás paradito ahí hasta que Emilia llegue ¿si? No te pongas nervioso, no mutes ni huyas... Ni te desmayes como mi papá.—

—No me des ideas...—

Camilo salió de aquel cuartito y caminó hasta el altar, manteniéndose estático junto al cura.

Estaba aterrado... Feliz y aterrado.

Cuando la multitud de personas en el lugar comenzó a aplaudir, el chico volteó hacia la entrada... Y entonces la vio.

~•~

—¿y qué pasó?—

—De seguro se desmayó.—

—No lo creo.—

—Seh, seguro lo hizo.—

Una mujer de rizados cabellos y grandes gafas paseaba por el Encanto a paso tranquilo, acompañada de dos pequeños niños.

—Pues sí, se desmayó.—rió de solo recordarlo—. Pero Isabela logró atraparlo con unas enredaderas y lo mantuvo un ratito hasta que la tía Pepa le dio una pequeña descarga eléctrica.—

El niño rió a carcajadas con aquello, pero la niña solo sonrió.

—¿y entonces?—

—Bueno... pregúntenselo ustedes mismos.—

Llegaron a aquella conocida cafetería del Encanto, donde todos los saludaron al verlos. Se abrieron paso hasta el mostrador, donde una mujer los recibió con una sonrisa.

—¡mamá!—

El pequeño brincó sobre la mujer, mientras la chica solo se aferró a su mano.

—La tía Mira nos contó de tu boda con papá... ¿de verdad se desmayó?—

—¡no le crean, les miente!—Un Camilo adulto apareció de inmediato y se defendió—. Solo me bajó el azúcar...—

—Sí, claro.—respondieron los pequeños al unísono.

—Emi, Cami... amores míos.—Emilia se agachó a la altura de sus hijos—. Dejando de lado a su padre desmayado... ¿están listos para esta noche?—

Los pequeños Emiliano y Camila se tomaron de las manos y asintieron emocionados.

—Quiero volar.—

—Yo quiero lo mismo que el tío Antonio.—

—¡no puedes repetir, Cami!—

—¿y quién lo dice?—

Camilo se acercó a su esposa, pasando su brazo por su cintura y pegándola un poquito a él.

—¿por qué debían cumplir en pleno verano? Me sudan hasta los rulos~

Observaban como Mirabel los llevaba a una mesa del rincón, intentando lograr que dejaran de discutir sobre sus dones.

—Bueno, señor esposo... Por si no lo recuerdas, ese par de mellizos son resultado de nuestro décimo aniversario.—

—Ah... Cierto cierto.—sonrió—. La próxima hagamos bien las cuentas asi el tercero nace en invierno ¿si?—

—¿y que use ponchos como su padre? No, gracias.—Emilia lo miró—. Además... ¿un tercero? ¿de verdad quieres otro?—

—Si es por mi, tendría doce hijos contigo.—la besó.

—A tu abuela le hubiese encantado oírte decir eso.—

—Fue su última voluntad, mantener el milagro a través de las generaciones.—

—Su última voluntad fue que Mira sea la encargada de la familia, no cambies las palabras de tu abuela.—Emilia preparó unas tacitas de chocolate y una de té.

—Bueno, bueno...—

—Llévale esto a los niños y a Mira, ve si necesitan algo... Será su primera ceremonia como matriarca, de seguro esta nerviosa.—

—¿tú crees? Yo la veo genial, se ve que le pone toda su voluntad.—

—Comparado a lo que me contaban tus hermanos y primas sobre lo que era tu abuela durante estas ceremonias... No creo que sea muy difícil ser mejor que eso.—Emilia miró a Mirabel—. Además, ella es espléndida... Ese es su don.—

—Ya, ya. Mucho halago a Mira y a mi no me dices nada bonito desde hace... 10 minutos. No le prestes atención a ella~

—Por dios, Madrigal... Sigues siendo igual que hace 15 años, bebé enorme.—

Camilo rodeó la cintura de su mujer, mirándola con el mismo cariño de siempre. Besó su nariz.

—Usted ama a este bebé enorme, señora esposa Madrigal.—la mujer lo apartó entre risas, volviendo a preparar algunas bebidas.

—Bueno, demasiados mimos por aquí. Ve a ver si los demás van bien con la decoración, evita que Pepa vuele todas las flores ¿si?—

—Entendido, jefa.—

Camilo tomó las jarras que la mujer le alcanzó y caminó hasta la entrada.

—¡vuelvo enseguida, te amo!—

—¡yo te amo más!—

El hombre sonrió una última vez antes de salir del lugar.
Emilia suspiró relajada, sentándose del otro lado del mostrador. Miró por un momento todo lo que la rodeaba.
El Encanto, sus padres, los Madrigal, Camilo, sus hijos...

Sí... Definitivamente era la persona más afortunada del mundo,
y tal como decía Mirabel, no dependía de un don para sentirse realizada.

 Definitivamente era la persona más afortunada del mundo,y tal como decía Mirabel, no dependía de un don para sentirse realizada

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Bueno, pipis. Eso. Fue todo... DE MOMENTO.
Ya lo dije muuuchas veces pero no voy a cerrar el libro todavía, quiero subir algunas cositas de los otros personajes.
Nos vemos prontito ¿si?

~° Tu Encanto - Camilo MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora