8.- El Cyber Enojado

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—¿Me explicas cómo esto puede ser una buena idea?

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—¿Me explicas cómo esto puede ser una buena idea?

Estoy confundidísimo. No entiendo cómo mierda es que llegué a la azotea de este hospital y mucho menos por qué el mismísimo Papa Juan Pablo II me está indicando que salte, como si fuera la cosa más natural de la galaxia. Como si se tratara de saltar en una piscina.

—Todos lo hemos hecho —me dice él con serenidad y una sonrisa inmaculada en el rostro—. Salta. No te pasará nada malo. Todos hemos saltado alguna vez.

Volteo y miro hacia abajo. Estoy a una altura de al menos veinte metros y saltar de aquí es una muerte segura. ¿Por qué quiere este viejo decrépito que me mate?

—Hazle caso, TaeMin.

Giro la cabeza hacia la derecha. No sé a qué hora llegó mi hermano acá, pero lo veo y está vestido como un sacerdote. Sostiene un cuaderno en la mano, precisamente el que uso para escribir mis sueños.

—No quiero saltar —le digo yo. Me estoy comenzando a desesperar un poco.

—Entonces vomita.

¿KiBum? ¿También está aquí? ¿Por qué quiere que haga eso? Sabe que detesto vomitar...

—Pero antes me prestas la play, ¿cierto?

Kai está al lado de KiBum, sosteniendo el joystick de un PS1. Yo ni siquiera tengo un PS1, ¿qué mierda está pasando aquí?

—Compramos un FIFA para jugar —dice JongHyun. Está sentado a los pies de KiBum, abrazando una de sus piernas.

—Puedes saltar mientras vomitas—Y por supuesto, SunMi no podía faltar. Está usando mi ropa y, ahora que lo noto, KiBum está usando la de ella. ¿Estaré usando yo la de KiBum, entonces?

Miro hacia abajo. Estoy desnudo, pero nadie aquí parece notarlo. Nadie dice nada, excepto...

—Así me gustas, así te ves mejor...

Se me encoge el estómago y ahora sí que siento ganas de vomitar. Quien antes era el Papa Juan Pablo II, ahora es él. Me sonríe lascivo, camina hacia mí y me agarra la entrepierna con firmeza. Me duele. Estoy llorando. No quiero que me vuelva a tocar. No quiero pasar por esto de nuevo. ¿Nadie me va a ayudar?

Miro a mi alrededor en busca de alguien que me pueda prestar auxilio, pero ya no hay nadie. Estoy sólo con él en una habitación a la que apenas le entra la luz. Hay olor a vómito aquí y sé que es mío. Estoy drogado, pero consciente, y por más que me quiero mover, el cuerpo no me responde.

—Te lo dije, ¿o no? —Me quiere amarrar a la cama. Yo sigo llorando en silencio. Estoy intentando forcejear, pero mis brazos están muertos a mis costados. Quiero gritar, pero no puedo. Quiero huir, pero no tengo escapatoria.

—Tienes que estar calladito.

Y de pronto un brazo fuerte me saca de la cama a tirones. Me lleva hacia la ventana. Yo me sostengo del alféizar, confundido.

〈 La Habitación Blanca 〉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora