34.- Bromitas Juveniles

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Después de habernos hecho el test rápido de VIH, MinHo y yo pasamos a comprar algunas cosas para comer y nos fuimos de vuelta al apartamento

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Después de habernos hecho el test rápido de VIH, MinHo y yo pasamos a comprar algunas cosas para comer y nos fuimos de vuelta al apartamento. KiBum me escribió unos cuantos mensajes, pero escogí ignorarlos porque sinceramente no estoy con los ánimos de lidiar con él en estos momentos. Entiendo su desconfianza, hasta cierto punto, pero necesito que me suelte ya y me deje tener una pareja si quiero, aún si esa pareja es MinHo.

Cerca de las once de la noche, después de jugar play por un par de horas, nos metimos a la cama de JinKi. Pusimos una serie en la computadora de MinHo, pero terminamos durmiéndonos poco después de la media noche. Yo tenía sueño y estaba cansado porque todavía me pegaba el jetlag que no me alcancé a sacar bien de encima, pero diría que conseguí recuperar las horas perdidas de descanso cuando desperté, cerca de las nueve de la mañana, con mis piernas entrelazadas con las de MinHo y durmiendo de medio lado.

Es extraño; no voy a mentir. No hubo acercamientos sexuales de ningún tipo y me llama poderosamente la atención que, al parecer, de verdad no es necesario consumir drogas o tener sexo para que el asunto resulte divertido. De hecho, estoy comenzando a temer que esto se vuelva casi una costumbre para mí; una costumbre que me guste demasiado. Sé que mañana volveré a pasar la noche con él, y así probablemente varias noches más hasta que tengamos que retomar las clases.

Ugh. La universidad.

No es que la pase mal allí, pero no me molestaría alargar las vacaciones al menos una semana más. O un mes. Un par de meses, tal vez. Seguramente a los profes tampoco les molestaría.

—Van a ser las diez —susurra MinHo, cerca de mi oído y poniéndome una mano sobre el vientre. Tiene la almohada pegada en el rostro y los ojos apenas abiertos—. Tenemos que... desayunar.

—Lo sé, pero eres tú el que no se quiere mover.

Él se queja por lo bajo y hunde la cara entre mi hombro y mi cuello. Respira hondo, bufa, y sube una de sus piernas por encima de las mías. Realmente es más pegote de lo que cualquiera se podría imaginar.

—Hace frío —dice—. Pero tienes que comer algo, te cruje la tripa.

—Un poco.

—¿Entonces?

—Puedo ir a hacer algo para desayunar si te quitas de encima, Fifas.

Él suspira. Flojamente me suelta y se da media vuelta hasta quedar de espaldas en el colchón, y recién entonces abre bien los ojos para contemplar la pared y el techo.

—¿Vas a preparar té y tostadas? —pregunta.

—No voy a hacer un desayuno en el que me tarde cuarenta minutos, Choi. Si quieres tu desayuno bien coreano, como te gusta, entonces te paras tú y te cocinas algo.

Me siento en la cama mientras él ríe entre dientes. Al rato me sigue, y terminamos los dos en la cocina preparando algo no tan complicado para desayunar. Él pone a hervir el agua y calienta un poco de la comida que quedó de la cena de ayer. Por mi parte, preparo huevos y tostadas, y me muevo un poco al ritmo de la música que hace un rato puse en mi celular, para despertar más rápido.

〈 La Habitación Blanca 〉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora