Capítulo XXII

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Alessandra

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Alessandra

¿Miedo?, Miedo debes tenerles a las personas con un corazón roto, esas personas harían lo que fuera por su amado, con tal que un día puedan mirarlo con ojos de amor.

Matarían, destruirían a los que fuera necesario.

Todo por amor.

—¡Tu familia tiene toda la razón al decir que eres un monstruo!. ¡Solo mírate eres una perra que se mete con cualquier hombre, solo para poderse sentirse bien consigo misma! —Alexander me grita furioso mientras me agarra con fuerza de mis brazos.

A él no le importaba lastimarme con sus palabras o con sus golpes. Prefiero los golpes porque con pasar los días podre olvidarlo, pero las palabras quedan en tu cabeza y se repiten cada vez que te sientes triste.

—Sí, soy un monstruo, sin embargo, te has preguntado si yo quiero sentirme de ese modo —expresó con dolor —. Daría todo por no sentirme de esa manera, pero mi familia se encargó de destruirme por completo dejando a una chica con problemas de ira o de ansiedad.

Él camina en círculos por la habitación, tirando de su cabello rubio con frustración. Trata de controlar la poco cordura que tiene.

Sin esperarlo, Alexander se acerca hasta mi y sin ningún pudor une sus labios con los míos. Mis lágrimas se mezclan con el beso, provocando unas confusas emociones en mi. Sentía enojo, triste y deseo. Alexander me confunde con su comportamiento.

No puedo más, no quiero esto.

Lo empujo sin aviso para mirarlo con dolor al igual que él me observa a mí. Él solo piensa en sí mismo y eso está acabando conmigo.

—No quiero volver a verte, Alexander. Tu acabas de decirme unas cosas horribles que quedaran en mi cabeza por siempre y basta con los problemas que tengo con mis padres para sumarle uno más. Simplemente, no quiero esto —admito con los ojos llorosos.

Trato de abrir la puerta pero estaba con llave. Perfecto ahora estoy retenida con Alexander.

—No, te quedas hasta que me asegures que siguiéremos viéndonos o tu amigo Marco sufría un accidente —Alexander cambia su mirada a una oscura que solamente trasmitía peligro oscuro.

—No metas a Marco, no tiene la culpa que yo sea una estúpida que se metió con un desgraciado —anuncio acercándome a él para observarlo con odio —. Dame la maldita llave.

El niega la cabeza varias veces para pasar una de sus frías manos por mi cabello, quería apartarme, pero sabía que el se enojaría.

Esa noche supe que no conocía a Alexander. Era un manipulador, celoso y locamente enfermo.

—Mi pequeña destripadora, eres tan hermosa —Alexander murmura para inclinarse y darme un beso cálido en mi mejilla —. Te dejaré salir, pero con la condición que dejaras a Pablo.

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora