Capítulo XXXIV

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Alessandra

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Alessandra

Después de haber leído esa maldita carta, fui directamente al cuarto de Ethan y con enojo le tiré la carta a Alexander. Por la culpa de su psicópata padre mi familia está en peligro.

No permite que lastimen a mi familia, es lo único que tengo.

Lizzie y Adrien, son algo muy importante para mí y no voy a dejar que les suceda una desgracia por mi culpa.

—Puedes callarte —Alexander me callo con descaro.

¿Cómo puede pedirme eso?

—¡Si les llega pasar algo te juro que yo misma mataré a tu asqueroso padre y no me importa las consecuencias! —le advierto.

Mientras peleamos como dos locos me percate de Ethan que dormida pacíficamente en su camita.

—¡No me jodas diciendo que esto es mi culpa, porque no lo es! —exclamo acercando su rostro al mío —. Me enfurece que digas eso.

Su mirada era entre dolida y enojada. Una parte mía quería disculparme, pero otra me decía que era todo su culpa.

—¡No me importa si te enoja o te duele lo que pueda decirte, solamente estoy diciendo la verdad! —gruño apartando mi rostro de su mirada.

—No quiero pelear y menos delante de esa cosa —bajo el tono de su voz.

Me enojo aún más al escucharlo decirle <<cosa>> a mi hermanito.

—Para tu información se llama Ethan —replico.

—No me importa, ahora vamos afuera a seguir peleando, no quiero despertarlo —dijo, saliendo de la habitación.

Le doy una última mirada a mi Ethan para luego salir en silencio de la habitación.

Ya en la sala le doy una mirada asesina a Alexander, me acerco hasta él. ¿Cómo es posible que sienta cositas por él?

—¿Vamos a seguir peleando? —Alexander me preguntó.

—No. Iré a llamar a mi asistente que se encarga de traerme los mejores vestidos... necesito verme estupenda —suspiro con cansancio —. Arreglaremos este problema.

No es fácil ser tan atractiva. ¿Saben lo difícil que es decirme por un vestido? ...es que todo me queda tan bien que es muy difícil decidirme.

—Con solo verte el rostro puedo ver qué te crees una princesa.

—No soy una princesa, soy una reina —le sonrió con malicia —. Tomaré una ducha.

Al escuchar esas palabras veo como Alexander se levanta del sillón para acercarse con velocidad a mí.

—Iré contigo —declaro emocionado.

—No lo creo —digo, dándole la espalda.

Cuando piso el primer escalón siento como unas fuertes manos me sostiene de mis caderas con fuerza.

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora