Capítulo XXXV

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Alexander

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Alexander

—¡Solo te pedí que la cuidaras! —grito con enojo viendo al inútil de mi hermano.

Le pedí que la cuidara unos minutos mientras me encarga de unos sustos, pero sorpresa la pequeña destripadora le dio un buen golpe a Pablo y se mandó a la corrida, desapareciendo.

—¡Me golpeó dónde más me duele! —exclamo.

—¿Sabes las cosas que puede estar haciendo en este momento? —digo con enojo.

—Es una cría no creo que haga tanto desastre —respondido con tranquilidad.

—Es una chica con muchos problemas y te hago acordar que cuando se enoja se vuelve una salvaje.

Pablo se puso pálido al recordar ese día que encontramos a Alessandra empapada de sangre y con esos hombres completamente destrozados.

—Carajo...—murmuro bajando la mirada.

—Levántate y ayúdame a buscarla —ordeno con enojo.

—Está mansión es muy grande, Alexander. ¿Piensas que la encontremos? —cuestiono con preocupación.

—Siempre pienso en la seguridad de mi chica —sonrió orgullo.

Saco mi teléfono y con tranquilidad activé el localizador del anillo que le regalé a Alessandra...no está muy lejos.

—Estás enfermo —Pablo dijo viéndome.

Le doy una mirada de pocos amigos para luego irme en busca de Alessandra.

Cuando será el día que no me cause problemas.

Caminando unos minutos paramos al ver que aviamos llegado a nuestro destino, tenía un cierto miedo de encontrarme a Alessandra con alguien más, pero borré esa idea estúpida de mi cabeza y de un solo golpe abrí la puerta.

Me quedo sin aliento ante la persona que estaba frente mi, siento como mi respiración se corta al instante que nuestras miradas se encontraron.

—Dara...—murmuro sin creerlo.

—Alexander.

Genial, tengo a la única persona que me hace recordar lo tonto que pude llegar ser por amor.

Dará, ella lucía como la recordaba, su cabellera pelirroja caía por sus pálidos hombros y su cuerpo esbelto que tenía antes se avía vuelto curvilíneo y sus ojos cafés se veían aún más brillante ante la luz de la luna.

—Buscas a esa desgracia, ¿Cierto? Qué pena que ella está un poco ocupada en este momento, pero aquí tienes el anillo que le regalaste —Dara se acerca en paso lento para luego tirarme el anillo con enojo.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

—Tu padre me contacto y me contó tu historia con esa muchacha y te sabes que soy una mujer celosa. ¡No sabes cuándo me enojé cuando supe que ella tenía un parecido conmigo!

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora