Capítulo XXXIII

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Alexander

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Alexander

Una semana entera alejado de Alessandra. Diría que no me afecta, pero me siento muy frustrado no poder verla o molestarla. Me encanta ver su rostro enojado.

Le doy un escaso sorbo a mi tequila para dirigir mi mirada hacia la puerta de entrada... En cualquier momento, mi despreciable padre entrará por esa puerta.

Suspiro frustrado mientras observo a la gente que se encontraba bebiendo como loca y ni hablar de las mujerzuelas que está bailando por dinero.

Como odio este lugar.

En eso alguien toma asiento a mi costado, haciendo que dirigiera mi vista a esa persona.

—Hola, Alexander —mi padre sonríe viéndome.

Como es posible que seamos familia.

—Padre...—murmuro entre dientes.

—No sabes cuánto te extrañé, hijo, pero veo que tenías planes con esa chica pelirroja —dice con un tono molesto —. Es muy guapa.

Me tenso al escucharlo hablar de Alessandra, odio que la nombre.

—Mejor empieza a sacártela de la cabeza o no respondo —gruño con enojo.

—Sabes cuando vi a esa chica me trajo muchos recuerdos a Rubí... Amabas tanto a tu hermana. Qué pena que tuvo que morir a una corta edad, hubiera sido una mujer hermosa como esa muchacha con la que te enredas.

—¡Cierra la maldita boca! —grito con dolor.

No tiene derecho de nombrar a Rubí. Aún me acuerdo ese día que encontré su pequeñito cuerpo sin vida, era solo una niña.

Solo era un pequeño niño regresando de la escuela con una caja de comida para mis hermanos, pero al llegar mi pequeña luz, se había ido. Rubí era mi todo, era mi hermana y jamás olvidaré esa día que la encontré sin vida.

—Todo lo que tocas muere, Alexander. La historia puede volver a repetirse con esa muchacha.

Tenso mi mandíbula y mis puños al momento de escuchar su amenaza, mi padre es capaz de todo, no tiene límites o remordimientos.

—Eres un monstruo —anuncio mirándolo con odio —. No sabes cuánto te odio.

—Es verdad soy un monstruo, pero tú también lo eres, matates a personas inocentes y pretendes cambiar por esa chica, pero te aviso que siempre serás la misma mierda —declaro con desprecio.

Solamente asiento para levantarme de mi asiento y caminar hacia la salida, pero paro en seco al escucharlo.

—Sino haces tu trabajo te juro que mataré a esa niña. Ella está que sufre sabes, la llame y pensó que eras tú... Es patético.

Con impotencia y enojo me acerco hasta a él y estampo mi puño en su asqueroso rostro, escucho los gritos de sorpresa de las personas, pero eso no me importo.

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora