Capítulo XXX

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Alexander

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Alexander

Con fuerza la sostengo de la cintura mientras ella pataleaba como loca.

—¡Suéltame, maldito loco! —grito, golpeándome.

Pero que rápido se pasó el efecto de las pastillas que le puse en la bebida. Lo bueno que uno de los mejores médicos estuvo pendiente de tenerla mi dormida en el viaje, no me imagino los gritos de ella en pleno vuelo.

—Deja de patalear como una niña —ordeno con seriedad.

Alessandra grita como loca, haciendo que le tape la boca con rapidez. Esta como una fiera el día de hoy.

Cuanto por fin puede meterla a la casa, puede soltarla de una vez por todas, ella no perdió el tiempo y se abalanzó encima de mí, cayendo rendido en el suelo.

—¡¿Dónde estoy?! —grito, agarrándome con fuerza de la camisa.

—Cariño, estamos muy lejos de casa —rio al ver el rostro pálido de Alessandra.

Pero dejo de reír al sentir el impacto de la mano de Alessandra sobre mi mejilla.

—¡Te mataré! —anuncia, sacando una navaja pequeña.

De donde saco esa cosa.

En un ágil movimiento lleva su navaja a mi cuello para mirarme amenazante, su respiración estaba tan acelerada que hacía que sus mejillas tomaran un tono rojizo y sus labios estén entre abiertos.

—Sabes adoro cuando tratas de matarme —admito colocando mi mano sobre la mano que tenía la navaja —, pero a la vez es muy hiriente y molesto.

De un solo golpe le quito la navaja para luego voltearla dejándola bajo mío, su rostro cambia a uno sorprendido e irritado a la vez.

—Mátame de una vez —murmura rendida.

Con la navaja trazo un camino desde su cuello hasta sus perfectos y apetitos pechos, haciendo que Alessandra se estremezca.

—Claro que te mataré, pero será besos —murmuro roncamente.

Dejo la navaja a un lado, llevando mis manos a la parte trasera de su cabeza y estrellar mis labios contra los suyos con rudeza.

Alessandra no lo dudo y me siguió el beso, colocando sus manos alrededor de mi cuello, profundizando aún más el beso.

Pero como todo beso tiene su final, Alessandra se separó de mí, mirando con el rostro sonrojado.

—Me quiero ir...—confiesa separándose de mí.

—La pasaremos bien juntos, ya lo veras —prometo levantándome.

Me niego a dejarla ir.

—Necesito saber por qué te gusto tanto, no soy una chica perfecta, soy más imperfecta que perfecta.

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora