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Un ambiente tenso que cualquiera quisiera evitar, y ni siquiera él había hecho el intento, culpaba internamente a su sobrino por no tener un mínimo de razón en lo que estaba provocando.

Pero él también era responsable, el miedo le impidió ver lo que podría pasar si seguía con esos sentimientos desde que había vuelto a la familia. Aún en sus cincuenta años quería creer que sus visiones se podría evitar, pero era duro saber que absolutamente todo lo veía se volvía realidad de alguna forma u otra. No quiso ver nada por que tal vez de esa forma él podría elegir qué es lo que quiere que pase, y lo hizo. Hizo lo que quiso y ahora tenía a su sobrino mayor en brazos, dentro de su habitación rodeada de arena y luz fría. Aquella habitación en la que compartían tanto tiempo juntos, a Camilo le apasionaba el teatro y quién mejor crítico que un hombre se había pasado la última década viendo shows de ratas.

Para el resto de su familia no se les hacia raro, les alegraba lo rápido que se integró Bruno tanto con ayuda de Maribel como después con Camilo. Camilo brillaba al lado de él, y cada día que pasaba solo podía pensar en el rostro de ese niño, su gran energía y en un principio castrocidad por cómo interpretaba un Bruno temible y siniestro.

Las visitas a su habitación se hicieron más y más constantes, inventaron la excusa de una pijamada la vez que Dolores los delató durmiendo juntos toda la noche.

En el momento que Bruno se dio cuenta de sus pensamientos pecaminosos hacia el menor, juraba que había hecho el intento de parar, podría asegurar que lo intentó. Intentó que todo fuese normal ocultando ese sentimiento hasta que se desvaneciese con el tiempo.

Camilo nunca lo dejó en paz.

Ahora mismo tenía las manos del menor en su cuello, ya ni recordaba cómo habían llegado a esa situación, a centímetros de unir sus labios. Afuera yacía el día pero la habitación era oscura, sin nadie que pudiera interumpirlos ni descubrirlos.

—Nadie lo sabrá.

Escuchó esa voz adolescente, cómplice de esos actos. Antes no entendía porqué Camilo lo buscaba tanto, porqué sus cercanías invadían su espacio personal, las caricias en su cabello y contacto físico al que se fue acostumbrado.

Ese último aliento fue suficiente para que el mayor lanzase a todos los demás por la borda, entregándose a los pequeños labios de chico en frente suyo. Hipócritamente sorprendido por la rápida correspondencia de su sobrino, quien se aferró al cuello del mayor ahora abrazándolo, ambos inexpertos. Las manos de Bruno rodeaban su cintura y luego una se dirigió al cabello del menor desahogando frustración, tirando de este y ocasionando sonidos comprometedores en medio del beso.

La sensación del placer, el riesgo y lo incorrecto los tenía atrapados, Bruno sabía que se arrepentiría después, pero esa emoción y unión de ambas bocas no lo dejaban separarse. Aprovecharía cada segundo de ese beso para satisfacer esa obsesión con su sobrino y tal vez todo vuelva a ser como antes.

Beso en el que ambos sin dudarlo intensificaron, ahora juntando lenguas e intercambiando salivas por montones. Si bien Camilo no había venido mentalmente preparado para mucho más, en esos momentos solo pensaba en que no le molestaría ir más lejos.
Casi se le dificultaba el respirar a Camilo, por lo que dio paso a pausar el acto unos segundos.

—No te ofendas... No sabes muy bien.

Tiró un comentario con intención de romántisar la situación.

Quiso responder irónico y antes de tomar el aire ambos sintiendo el temblor frenético bajo sus pies.

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Al otro lado del pueblo, mucho más alejado se encontraban Dolores y Mirabel descansando un poco.

El lugar favorito de la prima mayor era estar lo más apartado de la multitud de personas en el pueblo, casi todos los días en su tiempo libre no le molestaba caminar de más por un momento sin tanto ruido aturdiendola. En esta ocasión Mirabel decidió acompañarla por simple paseo y ganas de conocer las rutas a más allá de su zona de confort.

Ambas disfrutando la compañía de la otra con tranquilas charlas y sin preocupaciones.

—Cuando se dé tu boda con Mariano, ¿Crees que podría ayudar con los bordados del...

Sucedió en un parpadeo, los labios de Mirabel seguían moviéndose, un grupo de aves pasó sobre ellas y lo notó solo viendo las sombras en el suelo. Su respiración comenzó a fallar, sin dar un paso más tirando de Mirabel.

—¿Dolores, estas bien? ¿Qué pasa?

—Mirabel, háblame —dijo en susurros.

—¿A qué te refieres? —la menor notó el pánico en su mirada casi por desbordar en lágrimas.

—¡Mirabel, por favor háblame! —sintió las manos de Mirabel sujetándola, sus expresiones eran claras de que estaba alzando la voz y no la escuchaba. Sujetó sus oídos esperando algún cambio—. ¡AYUDAME MIRABEL, POR FAVOR. NO PUEDO OIRTE! ¡N-NO ESCUCHO NADA!

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora