La oportunidad

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Nada de lo que pasaba la sorprendía, Mirabel ya se veía venir un próximo conflicto más pronto que tarde, y así fue.

Una vez más su familia presentaba desafíos y con ello graves castigos que ahora los ponían en un peligro aterrador. No podía dejar pasar un minuto más y luego de acomodarse los lentes tocó con suaves golpes la puerta de su prima Dolores.

Pasó con sutil confianza, Dolores seguía protegida en brazos de su prometido, ambos sentados en la cama amplia. Volvió a sentir extrañeza en sus tímpanos al momento de cerrar la puerta, pues aún le parecía impresionante cómo el sonido de los grillos y aves nocturnas se apagaban en un instante.

—Dolores, quiero saber qué le esta pasando al milagro, y esperaba que tal vez halla algo que notaste extraño, aunque sea un mínimo detalle; puedas decírmelo.

La más alta apretó los labios, con la mirada baja suspiró cerrando los ojos y tomando con fuerza la mano de Mariano. Él no tenía que decir ni una sola palabra para animar a su futura esposa, con una simple caricia en el hombro y un beso en la frente, Dolores sentía que todo podía salir bien. 

Dolores asintió en dirección a Mirabel, y esta dio un paso adelante.

—Hay algo que tienes que hablar con Isabela, es importante que sea ella quien te lo diga.

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Pero el cuarto de Isabela parecía estar vacío. Nadie escuchó el llamado a la puerta y cuando intentó abrirla esta se encontraba sellada, evidentemente por ordenes de la dueña de la habitación.

Mirabel recorrió cada pasillo buscándola, solo para descartarse la idea de que Isabela la estuviera evitando por alguna razón. Como último intento de la noche, se le ocurrió subir al techo con ayuda de Casita.

El río de estrellas en el cielo otorgaban mejor iluminación que la lámpara de cera en su mano, la apoyó en el tejado para tener un mejor recorrido al rededor de la casa Madrigal.

De pronto, un tucan reconocible aterrizó a su lado.

—Oh, tú otra vez, ¿António te mandó a ayudarme? —el ave desplegó con sus alas y alzó vuelo al instante—. Nop, se fue volando, aún no me quiere.

Siguió con la mirada el vuelo del tucán, que curiosamente aterrizó en el balcón de su hermana. Mirabel avanzó un par de pasos quedando casi en la orilla, y obteniendo una mejor vista al balcón iluminado desde adentro de las ventanas.

Entonces sí está en su habitación.

Para su mala suerte, un pie se le resbaló del techo antes de que incluso Casita pudiese darse cuenta. Junto al súbito grito, la casa mágica volvió a estar alerta para equilibrar la caída de su guardiana, deslizándola por la pared hasta el suelo.

—Gracias, Casita. No te preocupes, solucionaré esto.

Mirabel se adentró en Casita para salir nuevamente, arrastrando una escalera que usaría para llamar a Isabela desde su balcón. Sin embargo, dejó caer producto y se escondió detrás de la esquina en el momento en que vio como su hermana desprendía diversos tallos de plantas trepadoras que la ayudaron a bajar con el más sumo cuidado. Y teniendo de vuelta el contacto con el suelo, los tallos en las paredes descendieron tan pronto lo hordenó en un ademán.

¿Isa?

Mirabel pensó en seguirla, tan rápido como esta se alejaba, apresuró el paso intentando al menos entender o saber a donde pretendía llegar a esas horas a algún lugar.

Intentó llamar a su nombre, pero le pareció una idea inútil al ver que Isa no hizo más que adentrarse al bosque a un ritmo tan acelerado que por poco desaparece de su vista. No era ningún atajo al pueblo o siquiera una zona muy concurrida por todos, Mirabel juraba nunca haber pasado por esos sitios selváticos.

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora