Los secretos

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Camilo Madrigal siempre mostraba una sonrisa a cualquier persona que no necesitase, así le habían enseñado a ser, tanto que se convirtió en un hábito involuntario.

Cuando conoció una parte importante de su persona, supo que sería imposible ser él mismo. Algo que él creía aborrecer al igual que toda persona cuerda en ese pueblo. De pronto todo para él fueron dudas, cosas que no entendía porqué se veían malas o buenas, se dio cuenta que no entendía la mitad de los pensamientos morales del pueblo, y sobre todo de su familia.

Vio su oportunidad de expresarse durante la reparación de Casita, pero la llegada de ese hombre logró distraerlo por meses. Sus pensamientos se volvieron más y más complejos a medida que lo seguía y observaba casi en todo momento, una tarea no muy difícil gracias a su don.

Claro que quería saber todo de ese tipo, había vivido con una idea totalmente errónea de lo que era su tío Bruno, o al menos eso pensaba. Tenía la esperanza de encontrar un mínimo parentesco con su versión además de las ratas en su espalda, pero todo lo que descubrió fue a un señor encorvado, tímido y de pocas habilidades sociales.

Vigilarlo hasta en sus momentos a solas no le pareció extraño, hasta que desviaba la mirada al darse cuenta del cuerpo semi desnudo de su tío en el río solitario de Encanto. Se retiraba con cierto enojo, que le provocaba nuevamente la llegada de esa sensación extraña, y lo odiaba. Odiaba sentirse cautivado y ridículamente hipnotizado por una fisura masculina.

Nunca en su vida se había imaginado a una pareja del mismo sexo, mucho menos había visto una. Sin embargo, sabía como eran vistas por todos. Habían sido pocas las veces que ese tema entraba en la cena familiar, y siempre fueron negativas a esa idea.

Poco a poco fue dándose por vencido, dejó de espiar a su tío y ocupó su tiempo libre para hacer nada. Sus tardes se hacían eternas mirando el techo sin gracia, acostado en su cama, dejando que el mundo exista mientras él deseaba desaparecer. No quería desaparecer por mucho tiempo, sólo el necesario hasta que algo interesante toce su puerta.

En sus sueños censurados ese algo interesante medía siete pies de altura.

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Debería estar agradecido con Mirabel, y lo estaba, realmente ella fue una parte importante para comenzar a conocer al Bruno Madrigal que lo decepcionó. Aún cuando él sabia como Bruno hablaba con sus ratas, como Bruno elegía libros releídos en la biblioteca, como Bruno organizaba sus horarios, como bruno orquestaba sus supersticiones, como Bruno pasaba solo la mitad del tiempo, incluso como y cuando Bruno se va acostar, escucharlo hablar de sí mismo fue más que diferente.

Conoció a Bruno desde otra perspectiva mientras hacían algo que a ambos los apasionaba, y esta vez le agradó más. Fue inevitable para Camilo comenzar a encariñarse de la persona con la que pasaba la mitad del día, todos los días, y lo sentía mejor cuando Mirabel se retiraba antes que ellos.

Bruno fue torpe, pero también serio cuando se trató del baile exótico que harían. Para Camilo lo mejor que pudo recibir de Bruno fue su escaso cuestionario de porqué ambos bailarían algo tan aparentemente íntimo, inconscientemente sonreía al verlo esforzarse en algún paso, y sus mejillas se calentaban al ver al mayor llevar una coleta recogiendo su cabello.

Así la figura de un Bruno temible y sádico se fue desvaneciendo de su memoria.

Camilo sintió tantas cosas, todas confusas e inquietantes que le quitaron el sueño hasta media noche, cuando su único método para volver a dormir era estimulando su miembro hasta acabar. Pellizcaba sus pezones antes de comenzar y pasaba su mano desde su cuello hasta la punta de su pene, retorciéndose entre sus sábanas en poses que lo hacían sentir indefenso, imaginaba ser tocado por unas manos grandes y frías que recorrieran las diminutas curvas de su cintura y presionaran fuertemente sus muslos.

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora