Los lamentos

307 33 0
                                    

Julieta terminó por poner el trapo húmedo colgando en la orilla del mesón en la cocina, suspiró cansada mientras secaba sus manos con su delantal, la cocina volvía a estar lista para la próxima cena. 

En cuanto puso un pie al interior del patio, encontró a Antonio corriendo a sus piernas luego de bajarse rápidamente de su jaguar al verla.

—¡Tía, la casa está en peligro! —gritó el niño con temor—. ¡Acabo de ver grietas en las paredes!

Las alertas en Julieta dispararon, miró tan rápido como pudo a todo su entorno, pero por más que repetía las zonas, Casita estaba intacta. Los recuerdos de la noche en que su hogar se cayó a pedazos recorrieron el lugar y luego de un ligero suspiro de alivio volvió a poner su atención a Antonio.

—¿Estas seguro de lo que viste, corazón?

—¡Sí, tía! ¡y las aves dicen que también las vieron!

Julieta se sentó sobre sus tobillos, permitiendole a Antonio no mirar hacia arriba y así sintiéndose verdaderamente escuchado.

—Esta bien, mijito. No te preocupes, solucionaremos esto en familia, ¿bien? —dijo Julieta tan serena y dulcemente para calmar cada inseguridad del menor—. Tus papis no deben tardar en llegar, así que mejor ve a buscar a Dolores y Mirabel con Enrique, ¿sí? Deben seguir en medio del bosque, vengan de inmediato.

Antonio más tranquilo terminó por asentir con una sonrisa, montó una vez más a su jaguar y salió de Casita en busca de ambas muchachas.

—¡Ten cuidado! —alcanzó a decir Julieta antes de perderlo de vista.

Dio media vuelta sobre sus pies en busca de algún indicio en las paredes, con su mano sobre su pecho miró preocupada a su alrededor.

—Casita, ¿Qué estamos haciendo mal?

_________________________________________

No hacía falta separar tanto sus rostros para notar las líneas estruendosas bajo sus calzados, Camilo aún se mantenía rodeando el cuello de Bruno con la mirada sobre las grietas.

—Casita...

Bruno habría querido pensar que fue su imaginación, mas el miedo y horror en sus entrañas lo mandaron a empujar a Camilo por los hombros. Al menor el costó mantenerse de pie ante la brutalidad de su tío, lo miró una vez más a los ojos antes de sentirse despreciado y un completo estúpido por sus acciones.

Las gritas se extendían lentamente y con ellas, el pulso de Bruno. En un segundo comenzó a desesperarse y murmurar entre bocanadas de aire para sí mismo.

—O--otra vez, las grietas. E--es mi culpa, ahora sí es mi culpa, la casa se derrumba por mi culpa. Estoy volviendo a lastimar a la familia.

—¿Qué? No, tu no tienes la culpa. Bruno, yo...

—¡Rápido! Cambia de forma para saber si ya está afectando los dones —interrumpió ignorando cada palabra de su sobrino.

Camilo no hizo movimiento alguno, deteniéndose a pensar y temiendo de la hipótesis de Bruno.

—No.

—¿¡Qué?! —oyó a Bruno enfurecido por primera vez.

—Quiero decir, esto no puede ser por lo que acabamos de hacer.

—¡Camilo, por favor! ¡¿Acaso no vez lo que está en frente de ti?! —exasperó con los brazos logrando balancear su ruana al igual que sus rizos.

—Digo, si ambos quisimos entonces no debería haber ningún... —terminó hipando su última palabra a la vez que cerró sus ojos de golpe, asustado por el tono del mayor al interrumpirlo nuevamente.

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora