La culpa

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—Jajaja ¡Lleva ropa de niña!

—¡Por Dios! Que sinvergüenza.

—No lo puedo creer.

—Niños no lo vean —dijo una madre cubriendo los ojos a su par de hijos.

Las risas grabes de los adultos y carcajadas de los niños resonaron más que cualquier insulto a la persona de Camilo.

Sintió su respiración detenerse y sin movilidad en su lengua ahogó un gemido de susto. Cada carcajada del público lo sometía a más presión, los insultos del tipo "maricón" y "gay" se tatuaron en su memoria.

Antes de caer desmayado por la falta de oxígeno en sus pulmones, sintió sobre sus hombros desnudos la vieja pero aún suave ruana de Bruno. Como si esta le hubiese devuelto el aliento, respiró con furia y rapidez aferrándose a los brazos de Bruno.

—Tranquilo, estoy aquí. Vámonos.

La voz de su tío lo empujó a la calma por unos segundos, sus pasos temblorosos abandonaron el escenario.

—¿¡Pero en qué estabas pensando?! —gritó Pepa Madrigal entre copos de nieve y viento helado—. Ponerte esa cosa y salir a que todo el pueblo te vea, ¡¿Qué pensarán de mi hijo?!

Yacían detrás del escenario, la familia Madrigal, se encargaban de darle una lección al chico de teatro, a excepción de la abuela quien tomaba la atención del público para anunciar el comienzo de la fiesta planeada después del show.

Camilo seguía con la ruana de Bruno y con este mismo por detrás tomándolo por los hombros. Con la mirada baja, Camilo prefirió hacer silencio a cada regaño de su madre.

—¿Tú sabías lo que llevaba puesto? —preguntó Pepa amenazante a Bruno.

—No, él no tiene nada que ver. Yo me escabullí en el vestidor a último momento antes de iniciar —declaró el menor ahora con la frente en alto.

Pepa suspiró frustrada.

—Mañana temprano ayudaras a Casita a organizar tu cuarto. Ahora busca algún otro sitio para dormir —sentenció con el ceño fruncido.

—Camilo puede ir a dormir a mi cuarto —dijo Antonio ocultado su emoción por ayudar a su hermano.

—¡No! —se escuchó la voz retumbante de la Madrigal mayor apenas llegó de su aviso—. Busca otro sitio, no me importa donde sea. No te acercarás a Antonio hasta que entiendas la humillación que nos has hecho pasar.

Los lagrimales de Camilo entrarían en acción pero aún siendo retenidos por el mismo. Miraba al suelo con su cabello rizado cubriéndole parte del rostro. Y con ayuda de su tío se encaminaron a los vestidores.

Bruno dejó pasar a su sobrino junto con su ruana, y pasó a ocupar el vestidor de al lado donde se encontraba su ropa típica. 

En pocos segundos escuchó el fuerte golpe de la prenda morada contra la pared y posteriormente el sonido resbaladizo hasta el suelo, seguida de un suspiro casi inaudible. Continuó cambiándose imaginando el enojo y tristeza de su sobrino a su lado. 

Al terminar, Bruno se preguntó si era buena idea acercarse a Camilo en ese estado, y terminó de convencerse cuando lo oyó sollozar después de presionar su oreja por la fina pared de madera. Sin chistar ni tocar, entró en la cabina de Camilo, quien apenas había cerrado dos botones de su camisa y no resistió a los comentarios y gritos en su cabeza. 

Maricón. Mariquita. Gay. Sin vergüenza. Puto.

 Se encontraba sentado en el suelo, apoyado en la pared con las rodillas cerca de su pecho. Limpió con rapidez sus mejillas ante la aparición de su tío. Bruno se arrodilló sin dejarle escapatoria. 

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora