El espectador

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—¡TE AMO, BRUNO!

Bruno cubrió sus oídos tratando de ignorar la voz que repetía esa frase cada segundo, la voz de Camilo que gritó a la luna sus sentimientos ocultos. Se apresuró a volver a casa luego de ver a su sobrino siendo tan feliz lejos del montón de paredes en Casita.

Expertamente silencioso se encerró en su habitación, una vez envuelto en las sábanas trató de dormir fingiendo nunca haber escuchado esas tres palabras, o convenciéndose de un mal entendido.

Es tu sobrino, es tu sobrino susurró para sí mismo mientras apretaba sus manos contra sus brazos.

Pero por mucho que intentara manipular su propia mente, ver a Camilo ser libre y brillando por sí solo le parecía una de las cosas más hermosas que había visto. Nadie más tubo el privilegio de observar a Camilo Madrigal siendo autentico, y Bruno deseaba ser el único a su disposición.

Al despertar en la mañana agradeció a los Dioses por no encontrar a su sobrino durmiendo a su lado. Con toda la naturalidad que pudo aparentar salió camino a la cocina, despreocupado de que Camilo se encontrase allí pues seguramente dormiría hasta medio día.

—Anoche salió, dejémoslo dormir —escuchó decir a Pepa, quien llevaba su taza de café a la mesa.

—Esta bien. Pero qué bueno que ya halla salido, se abría sentido muy agobiado estar tanto tiempo encerrado —respondió Julieta a la par que tomaba asiento en frente de su hermana.

—¿Y qué más iba yo hacer, Julieta? Con todas esas personas hablando de mi hijo y suponiendo... barbaridades.

—Creo que deberías ser más empática con él sobre lo que dicen a sus espaldas, ¿Le has preguntado cómo se siente al respecto?

—Si hablaran así de una de tus hijas no dirías lo mismo.

Si supieran. 

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Camilo despertaba con un bostezo largo a la par que estiraba sus brazos lo más alto que se le permitía, ocupando a su gusto todo el espacio de su cama de sabanas rojas. Abrió los ojos sin ningún esfuerzo, como si la alegría de esa noche lo siguiera acompañando, sonrió recordando lo que había hecho, y claro, el dueño de sus sentimientos no tardó en ocupar su mente.

Acomodó sus manos debajo de su cabeza, una vez más el techo guardaba imágenes escondidas que sólo con su imaginación era capas de ver. 

—Quiero decírselo.

El enamoramiento conlleva muchas facetas, Camilo cargaba una gran cantidad de energía en su pecho que le exigía encontrar a Bruno, tomarlo por las mejillas y besarlo mientras repetía cuanto lo amaba.

El sonido del reloj, anunciando las 12 del medio día, llamó su atención advirtiéndole del tiempo restante para salir de su habitación y reorganizar sus deberes.

Ese mismo día, Camilo volvió a sus tareas habituales en el pueblo, no podía negarse el miedo que sentía al volver a estar frente a las demás personas, pero Camilo Madrigal era el mejor en ocultar emociones. Tampoco fue difícil, por alguna razón el pueblo actuaba como si nunca se hubiesen reído o burlado de él, lo saludaron igual que antes y las niñas lo elogiaban gustosas a cada paso que daba.

Por muy triste que le pareciese la situación, se convenció de al menos tomar en cuenta que no hubo ningún comentario sugerente sobre lo que pasó esa noche. Las palabras de Bruno eran lo único que importaban para Camilo.

Cuidar bebés no le molestaba en absoluto, desde que nació su hermano menor había desarrollado la habilidad de cargar a un bebé tan cómodamente que el pequeño podía dormirse en instantes.

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora