El vestido

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—Bien, los dejo. La señorita Celia ya no debe de tardar —anunció Mirabel retirándose del escenario donde se encontraban su primo y tío, quienes planeaban quedarse un rato más para seguir ensayando.

Celia había sido la elegida para tomar prestado su apariencia y utilizarla en el baile tradicional, llamada "Tango", de esa diferente cultura. Mirabel la citó ese día para comprobar si el vestido le ajustaba perfectamente a su cuerpo, tanto Celia como Mirabel eran perfeccionistas en ese aspecto.

Al momento de que la Madrigal menor se retirarse, Camilo estiró sus brazos y dió un respiro profundo con intención de relajarse luego de horas transformado en otras personas durante el ensayo.

—Tío Bruno, ahora tendríamos que empezar ya practicar la coreografía. Mirabel tendrá listos todos los vestuarios si no nos apuramos —regañó Camilo.

—Dame un segundo —Dijo Bruno quien se ponía de pie para después recargar su espalda contra el respaldo de la silla, silla en la que estuvo sentado toda la mañana—. ¡Ay!

Camilo lo vé unos segundos mientras bebia agua de su botella propia. Casi al instante deció preguntarle si se encontraba bien.

—Me duele... la espalda —Dijo Bruno entre quejidos—, está... contracturada por estar tanto tiempo encorvado.

Camilo soltó una leve risa al imaginar que no sólo se refería a las horas anteriores, sino a los últimos 10 año. O toda su vida.

—Okey abuelo... ¿No quieres que te la truene?

—¿Q-qué? No, no hace... —su frase fue interrumpida por un quejido al sentir el dolor punsante en dicha zona—¡Ah! Falta.

—Vamos, es sencillo, lo haré bien. Tengo experiencia en esto —dijo Camilo, se transformó en un hombre mucho más alto que Bruno, poniendoce detrás de él.

Bruno resignado cruzó los brazos sobre su pecho y se inclinó hacia atrás, ahora siendo tomado por Camilo, relajó su respiración. Dejó salir quejidos consecutivos con cada crujido de su columna.

—Ah. Ah, ¡Ay!

—Chicos, me crucé con Dolores y dice que la señorita Celia tiene un retraso —Mirabel quedó muda ante la posición en la que se encontraban su tío y primo—... ¿Qué están haciendo?

—¿Se la estoy... tronando? —dijo Camilo volviendo a su forma original y separándose de su tío.

—De acuerdo —Mirabel rueda los ojos antes de continuar—. También dijo que recordaran bañarse antes de la cena. Sí, me refiero a tí, Camilo.

El cambia-formas arrugó la nariz ante la mirada acusadora de su prima. Luego del anuncio, Mirabel salió nuevamente de la habitación, dándoles tiempo a los muchachos para arreglarse e ir a cenar.

-Bien, yo primero -exclamó el menor quitándose la ruana amarilla y después tirandola sobre el perchero en la pared. Sus pasos rápidos le impidieron notar como la prenda caía al suelo por el mál cálculo para ser arrojado.

Bruno estuvo a punto de avisarle lo sucedido a su sobrino, pero quedó con los labios abiertos y el dedo índice levantado después de ver como el menor desparecia de su vista, seguido por el sonido de las grandes puestas cerrándose.

Camilo, espera, quiso gritar. Sólo le quedó mirar al suelo, a esa ruana amarilla sudada. No tardó en hacerle el favor de acomodar la prensa sobre el perchero, sin embargo sus manos pensaron en no apartarce todavía. Bruno no comprendía porqué se quedó mirando la prenda entre sus manos, una tela del mismo material que ya suya, pero mejor cuidada. Ojeó a los pequeños camaleones y no pudo evitar sentirse jusgado por esos grandes ojos bordados, así que los tapó con sus pulgares, y luego de un ligero vistazo a las puertas de salida, acercó la ruana a su rostro y con delicadeza innaló la esencia de la misma.

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora