La charla

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—Desde hoy, tienes prohibido salir al pueblo hasta que se haya olvidado el incidente del teatro. Y hasta entonces, te encargarás de todas las labores de Casita.

Pepa Madrigal era buena para inducir miedo a sus hijos cuando estaba enojada, en especial a su hijo de casi 16 años. Era irónico como eso que comenzó siendo una preocupación por la falta de ánimos de su hijo a espaldas de los demás, había sido opacada por sólo ira y remordimiento desde la noche del show. 

No pueden culpar a una madre que veía con anhelo la felicidad de su hijo, hijo que era más que feliz entre esas luces a vistas de un gran público. Y que aún así temía. Temía por el día en el que pasase algo que confirmase alguno de los rumores del pueblo, por más mínimo que pareciese. 

El teatro nunca estuvo mal visto en un hombre, siempre y cuando se ejecute de manera profesional, Pepa se encargó de dejárselo bien en claro a Camilo cuando quiso presentarse por primera vez al pueblo sobre el escenario. Era afortunada de concebir a un hijo con un talento natural en esa área, sin embargo nada iba a satisfacer a las personas de crear especulaciones e ideas absurdas sobre su pequeño. Después de todo, el teatro caracterizaba mucho a los hombres gay.

"Vieras hasta como camina" "No dudo que sea un buen muchacho, pero yo no le hubiese dejado a mi hijo hacer todas esas cosas, y menos en frente de la gente" "Con tantas muchachas detrás de él y sólo se la pasa con sus disque amigos. Créeme que nunca lo vi junto a una chica" 

Esa noche Pepa bebió para evitar la llegada de un nuevo huracán. Por otro lado, Félix había reprimido su enojo mutuo para ayudar a tranquilizar a su esposa.

Ninguno dijo palabra al respecto, pero ambos coincidían en que su hijo mayor necesitaba la charla. Urgentemente.

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Al cabo de una semana, Bruno cumplió con su palabra desde el primer día. Cuando no tenía que acompañar a su madre al pueblo o ayudar necesariamente en alguna otra labor, corría a Casita en busca su secretamente sobrino favorito. Se había convertido en su pasatiempo favorito, más cuanto recibía la mayor satisfacción de ver a Camilo mostrarle una sonrisa (y a veces abrazo) como agradecimiento. Sí, nada como el cariño inocente de un menor a un adulto, pensaba Bruno.

Esa tarde, Bruno cargaba en manos un platillo con diversos bocadillos para acompañar en el descanso de su sobrino. Pasando por la habitación de Pepa, no pudo evitar escuchar una tranquila discusión entre su hermana y cuñado. Bruno habría pasado sin distracciones de no porque escuchó el nombre de Camilo como el factor de dicha discusión.

—Me preocupa, Félix. Camilo se pasó esta vez y ya no soporto salir y escuchar como juzgan a mi hijo. 

—Te entiendo, Pepa. Pero deja que yo hable con él, de hombre a hombre. Sólo es un chico desorientado, yo me encargaré de ponerlo en su lugar. ¿Bien?

—Tengo que estar ahí para que no le digas alguna barbaridad ¡o malinterprete algo! Debería llevarle ese libro de la biblioteca.

Félix resopló rendido.

—Esta bien, mi vida. ¿Quieres que vaya al pueblo por ti?

—Sí, ve. 

Bruno siguió su camino a pasos rápidos hasta una distancia nada sospechosa. Sin mirar atrás, fue rápidamente hacia la habitación de su sobrino. 

Sin tocar la puerta, lo vio pensativo sobre la cama de su propia habitación, casi tal y como estaba antes de que todo empezara.

—¡Bruno! Perdón. Tío Bruno -se corrigió al instante en que se levantó de la cama para acercarse al nombrado—. Gracias.

Condenados [Bruno x Camilo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora