Mi Dulce Chico

3.4K 106 23
                                    

Mi hijastro está devastado.

En cuestión de un año ha tenido que asistir y afrontar dos dolorosos funerales.

Primero, el funeral de su amada madre.

La madre de mi dulce niño perdió la batalla contra el cáncer de mama un precioso sábado soleado.

No hubo consuelo ni pronta resignación por esa perdida para mi hijastro y su padre.

Ocho meses después de ese duro adiós conocí a su padre en un grupo de ayuda para superar perdidas traumáticas de seres muy queridos.

Nunca supe porque me pidió matrimonio si solo nos habíamos visto un par de veces.

Y me sorprendí aún más cuando me llevó a vivir con ellos.

Acepté porque la soledad y el dolor también me estaban matando lentamente.

Perdí a mi esposo e hijo en un accidente de auto hace más de dos años atrás.

Cuando conocí a mi hijastro, algo dentro de mi se encendió.

Pero guardé mi distancia de forma respetuosa.

El chico se veía tan perdido, dolido, devastado...

Destrozado.

Cómo su padre.

Solo quienes hemos sufrido de perdidas recientes comprendemos nuestro profundo dolor.

Una noche, cuando la pesadilla del accidente fatal que me arrebató para siempre a mi familia me despertó, escuche a mi joven hijastro sollozar ligeramente en su habitación.

Mi instinto de madre abruptamente cortado volvió a florecer.

Toqué ligeramente la puerta de su habitación pidiendo permiso para entrar.

Él no se negó.

Esa fue la primera de muchas noches que pude consolarlo en mis brazos.

El chico de solo veintiseis años se acurrucaba contra mi pecho como si fuera un niño pequeño.

Pero ahora su padre falleció...

Y estoy sentada en este sillón abrazando a mi hijastro quien ha quedado huérfano.

Ambos estamos solos para nuestra mala suerte.

Fui hija única.

No tengo más familia, como mi dolido hijastro.

Acaricio con suavidad la espalda del chico para consolarlo mientras beso su frente con ternura.

De pronto el chico me atrae para sentarme en su regazo.

Me abraza con más fuerza mientras suspira.

Levanto su cabeza para mirarlo a los ojos.

Las pronunciadas ojeras debajo de sus preciosos ojos me indican que no ha dormido en días, producto de su tristeza.

Es bueno que él sea el dueño de su propia pequeña exitosa empresa.

Si tuviera un empleo normal ya lo hubieran despedido por quedarse en casa todo el tiempo.

En verdad ha estado muy deprimido.

Sigo acariciando su preciosa y varonil cara intentando decirle sin palabras, que todo estará bien.

"Quieres que me vaya?"

Pregunto en un susurro mirandolo detenidamente.

Parece un ángel pálido, torturado y hermoso.

Pervertidos Cuentos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora