7: ᴍᴇᴊᴏʀᴇs ᴀᴍɪɢᴏs

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Egan estaba frente a mí con el ceño completamente fruncidomientras masticaba su comida. Tenía las mejillas un poco infladas haciendo un pequeño puchero. Se veía gracioso, por lo que no pude evitar reírme de él.

—No te rías, Venus. Esto no me causa nada de gracia —se quejó él, enfurruñado—. No puedo creer que hayas ido a casa de Neo después de lo que pasó.

—Ya te lo dije, Egan. No lo hice por ellos, lo hice por mis abuelos. Ellos no merecen estar muertos de preocupación por culpa de Adrián. Él no se lo merece.

—Sí, entiendo que él no se lo merece y que lo hiciste por tus abuelos, pero... ¿Por qué lo hiciste, Venus? ¿Por qué dejaste que te besara? —Su tono de voz destilaba preocupación... y lo entendía perfectamente.

Porque aunque me había propuesto no caer ante Neo, al final, a pesar de haber reaccionado a los pocos momentos y haberme apartado, había dejado que Neo me besara.

Esa misma mañana, horas antes y a pesar de todos mis intentos por no hacerlo, había caído ante ella. Y en mi mente se repitió la escena nuevamente.

—Venus, yo lo siento. Pero podemos olvidarlo y ser como antes. Aún podemos salvar esto. —Al pronunciar eso puso sus manos sobre mi pecho y presionó más su cuerpo contra mí a la vez que se ponía de puntas y se acercaba cada vez más a mis labios, en busca de un beso.

Los labios de Neo ya estaban a solo centímetros de los míos, el más leve movimiento haría que se unieran.

Y yo... caí ante ella. Dejé que me besara.

No aguante más y corté con desesperación los pocos centímetros que aún nos separaban y finalmente uní nuestras bocas.

El beso era rápido. Se sentía urgido, desesperado. Neo subió sus brazos rápidamente y los entrelazo en mi cuello y yo no tardé en posar una de mis manos en su rostro con mucha suavidad y la otra en su cintura.

En ese momento no pude evitar pensar en lo que estaba haciendo, en el cómo me estaba denigrando a mí mismo y dejando de lado mi amor propio al besar a Neo... y no pude evitarlo, algunas lágrimas atormentadas escaparon de mis ojos y rodaron por mis mejillas hasta mi barbilla.

¿Por qué, si ella me había engañado? ¿Por qué estaba dejando que me besara y destruyera con ese beso la poca fuerza que en mí quedaba? ¿Por qué, Venus?

¿Qué carajo haces? No hagas esto más difícil para nosotros... suéltala. Aléjate. Vete. Vuelve a casa.

Y aunque quería quedarme con ella, besándola, sabía que eso no era lo correcto. No, no. Sabía que eso no era lo mejor para mí. No era sano para mí. Porque por mucho que me doliera, Neo ya no era para mí.

En la ventana equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora