23: ᴜɴ ʜᴏᴍʙʀo sᴏʙʀᴇ ᴇʟ ǫᴜᴇ ʟʟᴏʀᴀʀ

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Había pasado un mes exacto desde que... desde lo que había ocurrido.

Y desde entonces sabía que ambas se habían dado de baja de la universidad. Odette había decidido tomarse el resto de semestre para recuperarse, y Medea se había encerrado en una burbuja de la que ya no quería salir. Luego de que la mencionada despertara, ella no fue capaz de relatar lo que les habían hecho.

El solo hecho de tratar de hablar de ello le causaba arcadas, y luego de varios intentos en los que se cortaba el hilo de lo que decía debido a las náuseas, desistimos de ello. No queríamos forzarla a relatar algo tan traumático.

Luego de que ambas estuvieran conscientes habían pasado dos días más en observación en el hospital, para asegurarse de que no le quedaba ninguna contusión o algo más a ninguna de ellas.

Desde entonces había ido a casa de Odette en varias ocasiones. Sus padres habían pedido un permiso temporal en su trabajo para cuidar de ella, pero pronto los habían solicitado nuevamente, por lo que, resignados, regresaron a sus vuelos, aunque claro, siempre tratando de irse la menor cantidad de tiempo posible, por lo que mientras ellos no estaban era Aegea quien cuidaba de Odette.

Odette estaba... algo cambiada. Y era entendible luego de lo que había pasado. Pero quizás estaba cambiando en un mal sentido.

Había estado muy callada durante el último mes. Cuando iba a su casa apenas y hablábamos. Y no, tampoco es como que necesitara que ella hablara como una radio si no quería hacerlo, pero lo que si quería era que ella expresara como se sentía.

Que sí, era obvio que quizás se sentiría mal, pero no estaba de más expresarlo. Según sabía, hacia unos días atrás había empezado a asistir a terapia.

Pero ella no lo hacía. Se había cerrado a hablar de lo que esas bestias les habían hecho. A exponer las cicatrices que le habían dejado para poder sanarlas. Ella solo las había tapado con curitas, esperando que sanaran solas sin dejarlas secar y que les salieran costras.

Salí de mis cavilaciones y me fijé en el horizonte frente a mí.

Elora corría mientras el agua tocaba sus pies descalzos, y detrás de ella el abuelo le decía que fuera más despacio. Estaban buscando caracolas.

En el atardecer, el sol ya empezaba a descender y a pintar el cielo de ese característico naranja que se entremezclaba con el rosa y el rojo. Era hermoso. Las olas de la playa arremetían ahora de una forma más calmada contra la orilla. Pronto anochecería.

El abuelo y Elora seguían caminando en la orilla en busca de caracolas, y sentado sobre la arena en donde el agua no alcanzaba a llegar, estaba Adrián.

Al verlo, recordé perfectamente el día que había regresado a la casa de los abuelos. Lo que me había dicho al llegar y su expresión. En ella no había arrepentimiento.

—No vale la pena pedirte perdón por algo que ocurrió ya hace varios meses y de lo que incluso tú de seguro ya te habías olvidado. —Hizo una pausa y miró a los abuelos en la sala, sentados mientras veían la televisión con Elora—. E imagino que si los abuelos no me dijeron nada es porque tampoco les dijiste lo que ocurrió, y eso te lo agradezco.

»Estoy seguro de que ahora no vamos a volver a ser como éramos antes, solo... no me odies tanto por lo que te hice.

Y luego de eso se giró y se sentó en el piso junto al abuelo, ahí, a ver tranquilamente la tv. Los abuelos no se percataron de nuestra pequeña charla, y si lo hicieron, no dieron indicios de habernos escuchado. Y, luego de un rato de procesar sus palabras, yo también me senté con ellos.

El sonido de las olas al golpear la arena me relajaba de sobremanera. A mi lado, la abuela tomó mi mano entre las suyas y la apretó. Yo me giré en su dirección.

—Venus, cariño, ¿te ocurrió algo? Has estado extraño y muy callado en tus visitas desde hace algún tiempo. ¿Está todo bien? —Sus ojos me escudriñaron, preocupados. Yo solo apreté sus dedos suavemente

—Sí, abuela. No debes preocuparte, no me ha ocurrido nada.

Ella solo frunció los labios ante mis palabras.

—Cariño, yo te crie una parte de tu vida. ¿Crees que no sé cuando me estás mintiendo? —Yo esquivé su mirada y miré a Adrián sin querer. La abuela siguió mi mirada y lo malinterpretó.

—Oh, ¿se trata de Adrián? ¿Han discutido? ¿Le ocurre algo a él?

—Oh, no, no, no ocurre nada con Adrián. Se trata de... Odette.

—Oh, —fue lo único que atinó a decir— ¿acaso discutieron? ¿Ella está enojada contigo por algo?

—No, para nada. Ella solo... —tomé una respiración profunda para poder hablar sin problemas, y luego lo solté—... está atravesando una situación difícil. Y me preocupa. A pesar de que debe saber que la mejor forma de salir adelante y poder superar las cosas es expresándose y dejando salir lo que siente, lo que piensa, ella solo lo ha estado interiorizando todo. No habla de cómo se siente, y tampoco sé si de verdad las terapias a las que ha estado asistiendo la han ayudado, porque ni siquiera habla conmigo. Y eso me molesta.

»Y aunque obviamente yo voy a estar para ella siempre que me necesite, no puedo ayudarla a estar mejor si ella no expresa lo que puedo hacer para lograrlo. Y sé que yo obviamente no tengo los conocimientos que ha de tener un psicólogo, pero quiero ayudarla. Aunque sea mínimamente. No soporto ver como ella se traga todo su dolor y se envenena a si misma con él sin permitir que la ayudemos a tomar un antídoto. —Luego de ese torbellino de palabras, solo atino a tomar una bocanada de aire y exhalar.

—Uhm... ¿has hablado con ella de esto que piensas, cariño? —preguntó.

—No... pero ella debería saberlo. Estaba estudiando para ser psicóloga, es algo obvio que con esa experiencia sepa lo que le haría bien luego de lo que pasó. —Me encojo de hombros.

—Entiendo. —Ella posa su mano sobre mi mejilla, pero yo no me giro y sigo viendo el cielo que, ahora que ha caído completamente bajo el manto de la noche, hace parecer que el cielo es infinito—. Pero sabes, Venus, a veces, cuando más bajo estamos, —me gira el rostro y me obliga a mirarla—, cuando más hundidos nos sentimos y dejamos de prestar atención al mundo que nos rodea, hasta las cosas más obvias comienzan a parecer algo totalmente ajeno a nosotros.

»No se por lo que haya pasado Odette, pero lo que si se es que ella de seguro quiere que estés a su lado. Aunque ella no quiera expresarse, o quizás no sepa cómo hacerlo, ahí es cuando tú debes de estar allí para ella, aunque sea simplemente para dejar que ella apoye su cabeza contra tu hombro en silencio.

Ella acaricia mi mejilla con su pulgar y yo le sonrío con dulzura y me inclino para sentir mejor su contacto.

—Gracias, abuela. Necesitaba escuchar eso.

—No hay de que, cariño —dijo a la vez que acercaba su rostro y me plantaba un beso sonoro en la frente.

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Finalmente, aquí está el capitulo.

Gracias a todos los que comentaron y expresaron su apoyo en la nota anterior, los quiero mucho a todos y sus comentarios de verdad ayudaron con mi bloqueo, me motivaron a avanzar sobre lo que ya tenía a pesar de todo, los quiero  mucho a todos. <3

En la ventana equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora