8: ᴄɪᴛᴀ ᴅᴏʙʟᴇ

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Eran alrededor de las cuatro de la tarde de un viernes. Era junio, es decir, verano. Hacía un calor infernal a esa hora, pero, por suerte, Egan acababa de entrar en vacaciones y habíamos decidido hacer una pequeña excursión a la playa de Glyfada, solo nosotros.

Aún no le había contado a Egan acerca del favor que Odette me había pedido, y es que no sabía cómo abarcar el tema. Egan siempre había tenido novias, nunca le había conocido un novio, y, a pesar de que éramos mejores amigos, eso no era algo que yo pensara que me incumbiera, porque el hecho de que fuéramos mejores amigos no significaba que él tuviera que contarme absolutamente cada detalle de las cosas que hacía o las que le gustaban.

Finalmente, luego de estar callado durante algún tiempo y de observar el mar en silencio, solo viendo como el agua arribaba una y otra vez a la orilla, decidí sacar el tema a colación.

—Egan, tengo algo que preguntarte —solté aún sin apartar la vista del océano y de reojo pude ver como él se giraba a verme.

—¿Desde cuándo me dices que quieres preguntarme algo en lugar de preguntarlo directamente? —Él rió y yo no pude evitar hacerlo también. Tenía razón, yo siempre le preguntaba directamente.

—Bueno, solo quería darle a nuestra conversación un toque de seriedad —dije.

—¿Y desde cuando tú eres serio? —se burló.

—Ah, con que estas en esos días, eh. ¿Ya llegó la época de someter a Venus al bullying diario y yo no me había enterado?

—¡Ja! El tiempo para hacerle bullying a Venus dura todo el año, por si no sabías. —Yo reí.

—Bueno, aunque me veo tentado a discutir el porqué de tanto bullying hacia mí, necesito hablar contigo de algo más importante, y necesito que seas sincero conmigo, Egan.

Él, al ver que mi expresión se había vuelto seria se quedó mirándome fijo.

—Bien, ¿qué ocurre? —preguntó.

—Egan, tú... ¿eres bisexual? ¿U homosexual? ¿O heterosexual?

Pude notar como sus ojos se abrieron de par en par pero enseguida volvieron a su tamaño normal, de repente su pecho empezó a subir y bajar con más rapidez que antes y sus mejillas se tornaron en un pequeño rojo que el trato de ocultar mirando al frente y tratando de disimular lo que fuera que acabara de pasar por su mente. Se veía nervioso.

—¿Por qué...? —Al decir eso, su voz salió un poco aguda, por lo que se aclaró la garganta y volvió a hablar—. Uhm, ¿por qué lo preguntas, Venus?

Aún se le notaba nervioso. ¿Qué le ocurría?

—Eh, lo que ocurre es que, ¿recuerdas que el miércoles fui a casa de mis abuelos? —inquirí, y él asintió aun mirando al frente—. Pues, cuando estaba allá, Odette me llamó.

En la ventana equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora