16: ᴄʟɪᴍᴀx

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El mundo había conspirado para que Venus y yo compartiéramos habitación. Y no solo la habitación, sino también la cama.

Oh no, cariño, no es el mundo: son tus amigos, me dijo mi subconsciente. Y vaya que tenía razón.

Estaba de espaldas a él. Podía escuchar su respiración calmada. Hacía ya algunos minutos que nos habíamos acostado. No sabía si ya se había dormido, pero lo que si sabía era que mi corazón latía algo acelerado.

Tenía ganas de verlo, si es que se había dormido, porque aunque ya lo había visto así en un par de ocasiones, quería verlo nuevamente. Me gustaba cuando dormía. Me gustaba ver la paz que su expresión transmitía cuando dormía.

Me giré de forma lenta para quedar sobre mi otro costado, esperando encontrarme sus ojos cerrados, pero en lugar de eso lo hallé contemplándome. La poca luz que se filtraba en la habitación a través de la ventana hacía que no viera del todo bien su rostro, pero era suficiente para lograr verlo un poco.

Al verme atrapada mi respiración se agitó un poco, pero traté de que él no se diera cuenta. Fue inútil. Sonrió al notar como me alteraba un poco.

—¿Qué pasa? —susurró—. ¿Creías que ya estaba dormido? ¿Querías verme dormir? —Sonrió de lado y yo arrugué el entrecejo.

—¡Ja! Quisieras —emití en el mismo tono. Él rió. Yo no pude evitar sonreírle.

Cuando el sonido de su risa se apagó, se quedó en silencio durante algunos segundos y luego extendió su mano hacía mi rostro para posicionarla sobre la mejilla que tenía expuesta. Su pulgar acarició mis facciones y yo no pude evitar cerrar los ojos ante su tacto. Sus dedos recorrían mi mejilla lentamente. Acarició el puente de mi nariz y luego siguió hasta llegar a las comisuras de mis labios.

Abrí mis ojos y pude observar cómo veía fijamente mi boca, pareciendo indeciso pero a la vez deseoso. Estaba a punto de decirle algo cuando sus dedos finalmente avanzaron y empezaron a rozar mis labios. Los recorría de forma lenta, sintiendo su grosor y apretándolos de vez en cuando.

Introdujo un poco su dedo pulgar dentro de ella y no dude en chuparlo lentamente a la vez que veía su reacción. Él veía el movimiento embelesado.

Era una tortura porque yo deseaba que lo que recorriera mi boca no fueran sus dedos sino sus labios. Deseaba besarlo. Lo deseaba más de lo que me atrevería a admitir. Y por ello no pude evitar intervenir cuando ya llevaba algunos minutos solo tocando mi rostro.

Parecía estarse divirtiendo al ver como mi cuerpo se sentía cada vez más necesitado de él.

—Mi paciencia tiene un límite, Venus... —susurré casi con la voz ahogada por la enorme necesidad que sentía de besarlo en ese momento, y todo era culpa de él por tocarme de esa forma—. El hecho de que quiera esperar que dejes atrás a Neo por completo no significa que puedas poner a prueba el control que tengo sobre mi cuerpo, yo tengo un límite... Y tú estás empezando a rebasarlo —alegué mientras alternaba la vista entre su boca y sus ojos.

En la ventana equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora