VIII.

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『ℍ𝕠𝕟𝕖𝕪 𝕎𝕙𝕚𝕤𝕜𝕖𝕪

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『ℍ𝕠𝕟𝕖𝕪 𝕎𝕙𝕚𝕤𝕜𝕖𝕪. ℙ𝕒𝕣𝕥𝕖 𝟚』

—Somos los raros, ¿no es así? Somos los fenómenos — Hope miró al resto de los chicos mientras la música estaba a un nivel tan alto que tenía que gritar.

— ¿Por qué lo dices? — Rhodey la miró extrañado mientras extendía su mano al techo—. Si lo dices porque estamos en este sillón drogándonos en silencio no creo que lo seamos, todos lo están haciendo.

—No es por eso. Míranos, los que más personas conocemos somos Tony y yo, y él es un genio dos años menor bastante pedante mientras yo soy una narcisista e hija de un profesor — Hope explicó mientras hacía gestos algo exagerados.

— ¿Y los demás? No podemos estar tan mal — Bruce la miró con los ojos abiertos, esperando algo de consideración.

—Cielo, tú no eres el más normal y popular de aquí — Hope lo alcanzó para poner su mano sobre su rodilla quedando acostada sobre la pierna de Natasha, y una vez que estuvo allí, perdió sus ganas de levantarse.

— ¿Y qué si somos los raros? De todas formas, no importa, nadie es normal — Tony estaba ahora sobre el suelo con su espalda tocando el frío concreto polvoriento —. Sinceramente, yo no debo ser como ellos y ellos tampoco deben querer ser como nosotros —. Dijo refiriéndose al resto de personas que bailaban con poca coordinación. Para Tony era como si fueran palillos con pedazos de carne cocidos moviéndose de un lado al otro sin control, o tal vez antenas de automóviles balanceándose en el viento.

— ¿Por qué nosotros no bailamos? — Steve había notado que ninguno de sus amigos se paraba a bailar, sólo tarareaban la canción si la conocían o seguían el ritmo con sus dedos o pies si era lo suficiente pegajoso. El jamás había sido un buen bailarín, y tampoco es que le pusiera mucho esfuerzo o lo hubiera intentado más de una vez. Siempre dejaba a Peggy esperando sentada junto a él en cualquier fiesta, bar al que se colaban o en el club al que la familia de su novia pertenecía y ellos, incluyendo algunas veces a Bucky, iban dos veces por semana. La chica era invitada por muchos chicos, quienes reconocían su belleza y esperaban una oportunidad, pero siempre terminaban siendo rechazados porque seguía esperando a que el rubio se atreviera, cosa que en cinco años de noviazgo no había ocurrido. Bucky era un caso totalmente diferente, sus conquistas siempre iban de lo mismo, él invitaba un trago y después de que la chica lo bebiera, las invitaba a bailar, si todo salía según el plan, esa noche dormía con ellas y jamás las volvía a ver; de alguna forma eso era bueno, pues nadie quería encontrarse a una chica despechada o enojada con James, ya que eso siempre terminaba muy mal ya que su amigo podía llegar a ser un dolor en el culo cuando se lo proponía.

El rubio se dio cuenta de que era la primera vez en mucho tiempo que pensaba detenidamente en su chica y su amigo, pues había tenido la mente y el cuerpo bastante ocupados entrenando y en sus ratos libres sólo quería relajarse de alguna forma. Hace cinco años el Steve remanente, como solía llamarlo a su antiguo yo, le hubiera gritado por haber dejado de pensar en Peggy por sólo un segundo, ese chico sólo respiraba por y para ella incluso si la chica no lo quería así. Rogers culpaba a su falta de autoestima por eso, y que ella fue la única que lo miró con ojos de amor aún en su peor momento. Ahora era diferente, había recibido bastantes ofertas de una noche y declaraciones con sentimientos honestos para darse cuenta de que Margaret no era la única mujer en el mundo y este no giraba alrededor de ella, pero aun así rechazo todas y cada una de las propuestas y juraba mantenerse fiel sin saber muy bien a qué. El amor adolescente ya no le era suficiente, había madurado y avanzado a un punto donde quería un compromiso serio y a largo plazo, pero sabía que Carter lo rechazaría sin pensarlo dos veces porque eran demasiado jóvenes, y ese era el problema. Habían comenzado muy jóvenes y el tiempo comenzaba a pesar, pues ya no sentía la chispa de los primeros meses, incluso del primer año. Esa corriente que sentía cuando la besaba había ido apagándose y no se habían esforzado en revivirla, pues ninguno quería sonar mal ante el otro al admitir que no estaban funcionando. Aunque se sintiera como rutina, Steve amaba a Peggy, o eso creía que se sentía el amor, pero esperaba que no fuera así, porque estaría muy decepcionado.

𝑴𝒆𝒍𝒕    |    𝘠𝘰𝘶𝘯𝘨!𝘚𝘵𝘰𝘯𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora