Cariño, está nevando afuera

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Tal vez ella está en su mente porque la ha juzgado ahora y siempre desde comenzaron a compartir salón. Riéndose de los comentarios de porque es tan callada sin pensar si había algo más.

Su padre está muerto.

Eren quiere mucho a sus padres, no se imagina qué haría sin alguno de ellos. Sabe que el día que su madre se vaya de este mundo le dolerá un infierno aunque no lo exprese. Muy pocas veces plática con ella, muy rara vez hacen algo juntos ahora porque él 'ya es grande'.

Pero Eren ha sido una mierda con su madre, así como lo ha sido con las personas que no son Armin.

Tal vez ya es hora de cambiar esa actitud y madurar un poco.

El castaño llegó a su casa, se limpió los zapatos en el tápate de la entrada, cruzó la puerta y al instante el calor abrazó su cuerpo. Esta en casa.
Antes de que su mamá pudiera saludar, él se adelantó.

—¿Cómo te fue hoy? —le preguntó ella desde la cocina.

Olía muy bien pero no pudo identificar qué estaba preparando.

—Bien —contestó Eren—. Armin ya encontró el regalo de Marco.

—¡Que bien! ¿Lo conozco?

—¿A Marco? No, nunca ha venido a la casa. Ya sabes que...

—Si, si —Carla revolvió algo en la cazuela que tiene enfrente—. Él único que ha venido a casa es Armin, ya sé.

Tal vez ya era hora de empezar a ser más amable con las personas que lo aman.

—Oye mamá ¿tienes algo que hacer después de cenar?

Eren se acercó a la cocina, recargando sus brazos en la barra donde aveces suele desayunar.

—No ¿por qué? —ella seguía de espaldas.

—¿Puedes enseñarme a tejer?

Carla paro en seco, dejando de mover el cucharón en la comida, se giró para verlo.

—¿Tejer?

Eren asintió.

—¿Qué mosca te pico? —Carla regresó a lo suyo, sonriendo un poco por la petición "extraña" que le había pedido su hijo.

Y entonces el pensamiento de Eren haciendo algo estúpido llegó a ella.

—No me digas que vas a cambiar el regalo de esa niña —frunció el ceño, mirándolo directo a los ojos y cruzándose de brazos.

—No es una niña pequeña, tiene dieciséis y ¿por qué piensas mal de mi?

—Soy tú madre y te conozco.

Eren rodó los ojos. Bien, tendría que hablarle con la verdad.

—Quiero agregarlo con el regalo, nada más. Ella siempre parece tener frío y...

He sido un poco malo y tonto, cuestionando cosas que no son de mi incumbencia.
Y... quiero hacer algo contigo mamá.

El chico tenía la cabeza baja, sintió sus mejillas arder.
Carla creyó saber la respuesta de eso, aceptó ayudar a su hijo sin saber que ella estaba errada con su suposición.

Así fue como después de cenar y con todas las luces de la sala prendidas Carla se armó de paciencia para enseñarle a Eren, el cual perdía los estribos muy rápido pero trataba de no mostrarlo. Había escogido el color rojo, porque así combinaría con la camisa blanca de la escuela y su suéter rosa.

También con sus mejillas, cuando se ponen rojas con el frío.

Y después de una hora, por fin pudo armar la segunda hilera de la bufanda, sus dedos le dolían pero no lo iba admitir.

Red VelvetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora