En algún lugar del bosque

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Era una mañana tranquila, algo calurosa y casi no corría aire entre los árboles, pero eso no importaba ya que no detendría a Eren de su trabajo.
Estaba cortando madera, las gotas de sudor sobre su frente mientras que con su brazo las secaba cada que podía. Echó su cabello corto hacías atrás.

—¿Ya casi terminas papá? —le preguntó su pequeña Moe.

Ella estaba sobre su sillita de madera jugando con sus dos muñecos y uno es el que se parece a él. Puede asegurar que es su favorito.

Él negó con la cabeza antes de responder.

—Recién estoy comenzando —sonrió.

No llevaban ni veinte minutos que habían llegado a la zona para hacer su trabajo. Estaba solo unos metros alejado de su cabaña, tenía que ser así o Mikasa sabría sobre su regalo sorpresa.

—Vamos hacele una silla como la mía —la niña de cabello azabache señaló su lugar mientras movía sus pies que ya estaban por tocar el suelo. Solo un par de milímetros más.

—Tú puedes pintarla en cuanto termine.

Moe asintió feliz y continuó con su juego, minutos después se levantó de su asiento tirando sus muñecos al suelo. Se acercó a Eren para observarlo mejor.

Sus ojos turquesa se ampliaron mientras escaneaba la actividad. Eren dejó de cortar leña.

—¿Ya la puedo pintar?

Eren volvió a negar.

—Todavía no, tendrás que esperar.

Su niña hizo un puchero.

—Vuelve a jugar, no debes estar cerca mientras uso el machete.

Ella asintió de nuevo y corrió a su silla para seguir jugando, pero el silencio no duró mucho.

—¿Poqué vamos a darle una silla a mamá? —preguntó Moe—. No es su, su cumpleaños.

—No es necesario que sea su cumpleaños para darle uno —apuntó Eren—. Y no es una silla, es una mecedora.

Moe no pareció comprender la diferencia. Eren ha pensado que a Mikasa le cuesta más tejer con una silla firme, sería más cómodo poder recargarse y mecerse en el proceso mientras realiza sus actividades. Piensa que puede sentarse junto a la ventana de la sala para que la luz le llegue directo.

—Papá ¿Ya puedo ayudar? —su vocecita se escuchó impaciente.

Eren se rio porque en definitiva eso lo heredó de él. Analizó rápido qué tarea podía darle una niña de cuatros años sin que se lastimara en el proceso.

—¿Porque no juntas estos troncos... —Eren señaló unos pequeños pedazos que había a su izquierda. No son pesados y ella podría moverlos—. Y los apilas de este lado? —señaló hacia la derecha.

—¡Si papá!

Ella corrió hacia los troncos y no perdió el tiempo en hacer lo que Eren le dijo.

Esta mecedora le llevaría un par de días, lo bueno es que tenía pretextos para salir y no cree que Mikasa sospeche de lo que están haciendo.
Después de un rato acabo con la parte correspondiente que le tocaba del día. Giró justo para ver a su pequeña en el pasto tomando una siesta, no se percató en qué momento se durmió. Se ve que la tomó de improvisto, quedó extendida en el pasto, su pierna izquierda levemente flexionada y todo su cabello sobre su rostro. Pudo ver su pancita subiendo y bajando lentamente. Eren quería mantenerla ocupada, subestimó la tarea.

Él sonrió y pensó en lo feliz que estaría su propia madre si lo viera ahora con la familia que alguna vez le dijo que tendría. Que al final, encontró una buena mujer de dulces sentimientos. Aunque Eren no pensó encontrarla donde lo hizo, tampoco que ella fuera parte del pueblo enemigo contra el cual llevaba años reservando odio.

Red VelvetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora